Descubriendo el castillo asturiano de Gauzón

 


La mayoría de los lectores no habrán oído hablar de Raíces Nuevo. Lo cierto es que ese lugar de nombre tan peculiar tampoco le suena a casi nadie en el costero concejo de Castrillón donde se ubica, en el Principado de Asturias, por su pequeño tamaño: poco más de dos mil doscientos habitantes que, encima, están repartidos en dos núcleos poblacionales (Raíces Viejo y Raíces Nuevo) que no forman parte de ninguna parroquia. 

Tal singularidad tiene su motivo más reciente en la edificación de nuevas viviendas para alojar a los numerosos emigrantes que en los años cincuenta del siglo XX llegaron desde toda España para trabajar en la siderurgia. Pero hace poco fue noticia por la recreación digital del castillo de Gauzón, por lo que vamos a remontarnos más atrás en el tiempo, a la Edad Media, para saber su origen y evolución.

Todo empezó en un promontorio rocoso, medio tapizado de verdísima foresta en su base, que dominaba la ría de Avilés y el litoral de su entorno, constituyendo una buena atalaya de vigilancia para posibles enemigos que vinieran desde el mar. Por eso hubo asentamientos en él desde el siglo VI d.C. -las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz muros de piedra, mortero y cal, así como herramientas diversas- y por eso también, doscientos años más tarde, los reyes asturianos decidieron fortificarlo, convirtiéndolo en un castillo que protegiera el lugar de las incursiones vikingas.

El Peñón de Raíces visto desde abajo (LMLM en Wikimedia Commons)
 

Parecía buena idea, dado que la naturaleza ayudaba: en aquella época la pleamar llegaba hasta dicho promontorio, conocido actualmente como Peñón de Raíces, protegiendo su lado norte; cuando bajaba la marea, lo dejaba rodeado de marismas que resultaban impracticables para cualquier atacante. Hoy en día la línea de costa se ha retirado bastante y los alrededores ofrecen una imagen distinta, urbanizada, sembrada de casas y carreteras.

Pero lo estratégico del enclave queda demostrado por el hecho de que el castillo no sólo pervivió siglo tras siglo sino que fue reformado y ampliado sucesivamente por la monarquía asturiana a partir del VIII -especialmente por Alfonso III el Magno, que encerró en él a su hijo García por rebelión-, asegurando su cimentación y añadiendo tanto estructuras palaciegas como defensivas.

Así, en la parte baja, de suelo arcilloso, había una empalizada de madera -que no se ha conservado por lo perecedero del material- en cuyo recinto se ubicaban las viviendas más modestas, correspondientes a los siervos, los talleres artesanos y seguramente las caballerizas. Para alcanzar la parte alta amurallada era necesario recorrer una empinada subida que, a través de dos torres ciadrangulares de piedra (de interior enlucido en color anaranjado), daba paso a un patio de armas con aljibe y un edificio alargado que probablemente era un bastión. 

 

Vista del castillo desde su parte baja, el poblado

En una terraza de la parte media estaba el palacio, que contaba con un aula regia dotada de chimenea, un baño -según se deduce de sus desagües-, un estanque, un pórtico y otras dependencias de las que es difícil saber qué función exacta tenían. Todo pavimentado en opus signinum (mezcla apisonada de mortero, cal y arena con fragmentos pétreos, generalmente teja) y con paredes policromadas al estilo prerrománico.

Asimismo, habría que destacar el balneum y una iglesia dedicada a San Salvador, consagrada por tres obispos en el último tramo del siglo IX, que estaba en la parte septentrional, aunque apenas quedan restos de ella salvo la base de sus muros y una necrópolis. Esa parte residencial ofrece la imagen arqueológica más aproximada que tenemos de un edificio palatino del reino asturiano y su distribución interna, toda vez que el de Oviedo se ha perdido casi completamente.

 

Vista de la parte alta

Si todo esto no bastase para evidenciar la importancia del castillo de Gauzón, hay que añadir un extra simbólico: en el año 908 acogió la elaboración de la Cruz de la Victoria, aquella que según la tradición había enarbolado Don Pelayo en la batalla de Covadonga, el controvertido mito fundacional de la monarquía asturiana. En realidad, la base original de dicha cruz es de madera original y ésta ha sido datada por carbono 14 en el siglo X.

En cualquier caso, lo importante pare el tema que nos ocupa es que, tras ser chapada en oro y gemas preciosas por orden de Alfonso III el Magno, pasó a ser el emblema de Asturias. Dicha pieza, que se conserva en la Catedral de Oviedo, tiene una inscripción que certifica su realización orfebre en el castillo (OPERATUM EST IN CASTELLO GAUZON) y, de hecho, se han encontrado restos de hornos metalúrgicos en la estrecha zona que hay entre la plaza de armas y el edificio regio.

La Cruz de la Victoria (Zarateman en Wikimedia Commons)
 

Es difícil distiguirlos a simple vista, al menos a ojos de profano, al igual que ocurre con el resto de rincones del castillo, que entre ruinas, recintos vallados y catas arqueológicas -las excavaciones se iniciaron en la década de los setenta, pero en los últimos años la Universidad de Oviedo les ha dado un gran impulso-, asemeja más un área de construcción inmobiliaria. Esa falta de certezas se extiende a otros muchos aspectos del sitio y algunos hallazgos en su subsuelo. 

Porque, además de restos cerámicos, joyería, clavos, armas, herramientas y otros objetos, en 2013 se recuperó un triente de oro, una pequeña moneda visigoda que es la más antigua conservada en Asturias de ese pueblo. Pesa gramo y medio de peso y fue acuñada en Zaragoza entre los años 586 y 601 d.C. (en tiempos de Recaredo I; RECAREDUS REX se lee en su anverso), siendo de uso para clases acomodadas porque además tiene un orificio para usarla como colgante. Ese descubrimiento incrementa las dudas sobre la implantación de los visigodos en la región y su relación la nobleza astur-romana local.

Las diversas partes del castillo
 

Posteriormente, a partir del siglo X, el lugar pasó a convertirse en el alfoz de Gauzón, del que deriva el nombre actual del vecino concejo de Gozón. Un alfoz, por cierto, era un conjunto de pueblos sometidos a una autoridad única. Un conde encarnaba dicha autoridad como representante real; el más poderoso fue Gonzalo Peláez, que dominaba las Asturias de Oviedo (la mitad oriental de la región) y llegó a rebelarse contra la corona leonesa, primero durante el reinado de Urraca I y después en el de Alfonso VII (dos veces), hasta ser finalmente derrotado tras un asedio al castillo.

Éste fue donado a la Orden de Santiago por Alfonso IX en el siglo XIII y desde ese momento entró en decadencia, sufriendo derrumbes y perdiendo algunos de los elementos arquitectónicos que tenía. Alfonso XI todavía lo incluyó en el contrato de arras de su esposa Berenguela, pero en el siglo XV ya sólo era un montón de ruinas utilizadas para resguardar ganado y habiéndose usado históricamente sus piedras para construir viviendas. Un vecino, cabe añadir como anécdota, incluso criaba lobos en el recinto, que luego soltaba.

Vista aérea del peñón con las ruinas del castillo de Gauzón (Google Maps)
 

Hoy en día, el castillo de Gauzón revive tímidamente gracias a la labor de los arqueólogos y al interés suscitado por la fascinante reconstrucción infográfica que ha llevado a cabo el artista digital Pablo Aparicio Resco, del que se adjuntan imágenes. en verano se hacen visitas guiadas, por lo que puede ser un buen complemento para un día en alguna de las tres playas cercanas (Salinas, El Espartal y San Juan de Nieva, con un sistema dunar protegido), más otros atractivos como el Museo de Anclas Philippe Cousteau (que está al aire libre, asomado al mar) y lo poco que queda del monasterio de Santa María de Raíces, de los siglos XV-XVII.

Recreaciones infográficas: PAR (Arqueología y Patrimonio Virtual)

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muchas gracias por descubrirme partes de mi tierra de adopciòn

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