Kuakman en el sudeste asiático (VII)


Kuakman hace las últimas visitas por Vietnam y se dispone a regresar a Tailandia, donde le esperan sus amigos. Pero en Hanoi...
La última ciudad vietnamita que conocí fue Hoi An, donde está una de las playas más grandes que recuerdo haber visto y donde una vez más me volvieron a tomar por turista sexual, ya que, descansando relajadamente en la arena algo extrañado de que aún no me hubiese pasado nada, se me acercó un adolescente de unos dieciséis años que me invitó a bañarme en el mar con él. Pero le delataron las miradas que dirigía a un grupo de compinches que, justo detrás mío, salivaban expectantes en espera de que me alejara y así poder llevarse mi mochila.
Más tarde, una tormenta tropical fue el augurio de que se habían terminado los días de tranquilidad. Cayó de improviso sobre la región justo cuando tenía que regresar a Hanoi y, de hecho, el avión no pudo despegar hasta dos horas más tarde, lo que me hizo perder la conexión a Bangkok.
La aerolínea intentó escaquearse de sus responsabilidades, pretendiendo que pernoctara en la misma terminal. Los encargados, pensando que a los occidentales todos los asiáticos nos parecen iguales, se pasaban la pelota unos a otros fingiendo sucesivamente que hablaba con ellos por primera vez cuando en realidad no lo hice con más de dos; lo sé porque, efectivamente, lo reconozco, todos me parecían el mismo, de ahí que recurriese al truco de fijarme en detalles en lugar de la cara: un reloj, la altura, etc.
El caso es que después de tantas tribulaciones en el país había aprendido que resistir es ganar y les di la paliza, persiguiendo literalmente al tipo por las instalaciones hasta conseguir que, por agotamiento, accedieran a alojarme en un hotel muy cercano. Una vez allí llamé al de Bangkok donde me esperaban mis amigos para recorrer Tailandia, ya que, pensé, se preocuparían al ver que no llegaba el día previsto. 

¿Preocuparse? Sí, sí. Al ver que no aparecía decidieron que ya me las arreglaría y salieron a  conocer la noche bangkokiana, olvidándose de mí. Y, mientras, tuve que mantener un titánico duelo con el telefonista para que entendiese, primero, que había una reserva a nombre del señor González (uno de mis amigos), y segundo, que yo era Kuakman y no podía presentarme porque estaba en otro país, etc. La cosa me supuso casi quince minutos de llamada internacional, algo nada tranquilizador si recordamos que apenas me quedaba dinero, ya que el grueso de mis fondos permanecía precisamente en ese hotel de Bangkok después de que lo hubiera olvidado escondido en un rollo de papel higiénico. [ver Kuakman 2]
El caso es que si pagaba la llamada corría el riesgo de no tener suficiente para la tasa de salida del país, así que, a la mañana siguiente, salí de la habitación con las gafas de sol puestas y bajé al vestíbulo escondiéndome detrás de las plantas decorativas, como un espía de opereta, con la idea de escaquearme. Pero me dio por imaginar que me pillaban, llamaban a la policía y tenía que pagar una multa aún mayor, así que al final fui honrado y aboné lo que debía.
Como se imaginarán, cuando ya en el aeropuerto me dispuse a hacer lo mismo con la tasa de marras no tenía bastante. Y como era muy temprano, todas las oficinas de cambio estaban cerradas, por lo que el billete de cinco mil pesetas que aún llevaba en el bolsillo era inútil. Así que la hora de despegar se acercaba a marchas forzadas y yo no disponía de tarjeta de embarque. A la entrada del aeropuerto creí encontrar la salvación con una chicas que cambiaban dinero y a las que inicialmente di un susto de muerte cayendo sobre ellas mientras vociferaba "¡CHANGE, CHANGE!" como si fuera un poseso, para después provocar su risa cuando vieron la extraña moneda que les ofrecía... y que rechazaron pensando que seguramente era un estafador. Sirva esto de lección para los que critican el euro.
En fin derrotado y desesperado, no me quedó más remedio que retornar al hotel y explicarle el caso al encargado. Y se hizo el milagro: aquel canonizable tipo accedió a devolverme lo justo para pagar la maldita tasa de salida. Así abandoné Vietnam en dirección a un país, Tailandia, más avanzado y donde no deberían acabarse los problemas al viajar con mis amigos. O eso pensaba.
Foto aeropuerto: Dragfyre en Wikimedia

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