Paseando por el León romano

No todo el mundo sabe -de hecho, probablemente la mayoría lo ignora- que la ciudad de León no debe su nombre a ningún felino melenudo, por más que la tradición haya incorporado uno a su escudo heráldico, sino que viene de las dos legiones romanas que instalaron un campamento en donde hoy se ubica, primero uno simple, temporal, a base de tiendas de campaña, y luego otro permanente, arquitectónico.

Planta del campamento a mediados del siglo III d.C. y su superposición sobre la ciudad actual (imágenes del Centro de Interpretación León Romano)


El castrum primigenio, del año 29 a.C., era el alojamiento de la Legio VI Victrix, fundada dos décadas antes por Octavio y que participó en la famosa batalla de Actium contra las fuerzas de Marco Antonio y Cleopatra antes de su traslado a la Hispania Tarraconense para combatir en las Guerras Astur-Cántabras, larga serie de contiendas que se extendió durante una década, del 29 a.C. al 19 a.C., exigiendo la presencia del mismísimo Augusto.
 
El segundo campamento fue una ampliación (unas veinte hectáreas más) y consolidación del anterior para albergar a la Legio VII Gemina, legión creada en el 68 d.C. por el emperador Galba (originalmente se llamaba Legio VII Galbiana) durante su rebelión contra Nerón y a la que Vespasiano asignó su destino hispano seis años más tarde, con el objetivo de proteger las minas de oro de Las Médulas y La Cabrera de las incursiones de los irredentos astures y cántabros.  
 
 
Maqueta del campamento hasta finales del siglo III d.C.

 

Legio a finales del imperio (siglos IV-V d.C.)

La Gemina, de la que fue legado nada menos que Trajano antes de acceder al poder, sería la única legión asentada permanentemente en Hispania hasta la caída del Imperio Romano de Occidente en el siglo V, tal como indica Notitia Dignatatum (un documento bajoimperial que explica la organización administrativa). Para entonces no sólo se habían sustituido las tiendas por barracones sino que también se había construido una muralla perimetral que en el siglo III, durante la tetrarquía, se reforzó para dar lugar a la actualmente conocida como Muralla de los Cubos; parte de ella todavía sigue en pie, uniéndose así a otros restos romanos como las termas, el anfiteatro o los principia (cuartel general militar), que hoy constituyen un valioso patrimonio, protegido como Monumento Histórico Artístico desde 1931.

Señalización de restos romanos en la ciudad imitando una pisada de caliga
 

Por tanto, la huella romana en León es intensa. Literalmente además, pues los numerosos restos arqueológicos conservados están señalizados en el suelo precisamente con la pisada simulada en metal de una caliga, la característica sandalia de cuero que usaban los legionarios, incluyendo el detalle de su suela claveteada. Si un curioso está dando un paseo por el centro y se fija dónde pisa, irá descubriéndolas y enterándose de dónde puede hacer un viaje en el tiempo hasta la Antigüedad. Si prefiere hacerlo de forma un poco más didáctica puede empezar por visitar el Centro de Interpretación del León Romano, que está instalado en la Casona de Puerta Castillo.

Recreación de un contubernium en el Centro de Interpretación León Romano

Es el sitio perfecto porque allí mismo se halla una de las entradas de la ciudad, a través de la citada muralla tardorromana. Similar a un arco triunfal, en realidad se trata de una reconstrucción dieciochesca del acceso medieval que, a su vez, sustituyó a la puerta original. No era la única. Todos los campamentos romanos seguían el mismo esquema, en torno a dos calles cruzadas, el Cardo, que era la principal, y el Decumano, el cual tenía dos puertas en cada extremo, siendo una la Pretoria y otra la Decumana, que es la conservada en León. Muy cerca están el Archivo Histórico (la vieja cárcel) y el Arca de las Aguas, con restos del antiguo acueducto.

La entrada a la ciudad reformada en el siglo XVIII

Fachada de la Casona de Puerta Castillo, sede del Centro de Interpretación León Romano
 

En cuanto a la Casona en sí, una mansión del siglo XVIII que antaño se usaba como sede de una institución benéfica, la Obra Pía de los Niños Expósitos, tras una reforma como fruto de un incendio sufrido pasó a manos municipales y hoy, sometida a la consiguiente reforma y rehabilitación, es una auténtica máquina del tiempo capaz de trasladar al visitante un par de milenios atrás. Y gratis.

En el interior, mediante completas cartelas, reproducciones de piezas históricas y maquetas, ofrece un paseo por el León romano y altomedieval, tocando todos los temas: el ejército y la guerra, la administración, la economía, etc. Además, en el jardín se pueden ver los restos excavados de la iglesia de Santa Marina la Antigua, erigida sobre restos romanos en el siglo XIII, y desde el último piso se sale a un tramo de la muralla, alguno de cuyos torreones son un buen decorado para unas fotos.

Reproducción de unas caligae

Lo que queda de la iglesia de Santa Marina
 
Esa muralla fue coetánea a las de otros sitios, caso de Lugo, Astorga o Gijón, si bien astures y cántabros ya hacía mucho que no sólo no daban problemas sino que parte de ellos se habían incorporado a filas como auxiliarii. En esos momentos, Hispania era un elemento de protección del avituallamiento del limes (frontera) en Germania y Britania, y a ese uso se vinculan las construcciones militares. 
 
La muralla seguía el mismo trazado que su predecesora altoimperial, alcanzando siete metros de grosor y dotada de cubos o torreones de planta semicircular, adosados a intervalos breves, de los que un ejemplo de aprovechamiento posterior es el Torreón de los Ponce: baluarte defensivo medieval, cárcel eclesiástica, oficina de impuesto sobre el pan... 


Varios tramos de la muralla

En otro tramo, el que envuelve el Jardín del Cid, sobre el césped y al aire libre, se ha colocado un trozo de conducción de agua encontrado en Puerta Castillo; está hecho de hormigón hidráulico, pero se ignora si su cubierta era adintelada o con bóveda de cañón. 

Esa pieza formaba parte del acueducto que nutría de agu,a desde un manantial no identificado, a un enorme aljibe de planta rectangular. Ubicado éste en la calle El Torrejón, el solar que dejó terminó dedicado a otros usos con el paso de los siglos; entre ellos, aparcamiento, triste condición de la que lo rescató el ayuntamiento en 2016 para restaurarlo. 

Fragmento del acueducto conservado en Puerta Castillo
 

La Cripta Arqueológica Puerta Obispo
 

Asegurar el suministro de agua, obviamente, siempre ha sido importante para cualquier pueblo o ciudad; pero más aún para los romanos, que tenían una conocida afición al baño no sólo por higiene sino por socialización. En ese sentido, León contó con unas termas que se usaron hasta el siglo IV d.C. y de las que aún hay restos del hipocausto, una piscina y unas letrinas; el resto de su extensión quedó usurpado por el complejo catedralicio. Se pueden visitar en la Cripta Arqueológica de Puerta Obispo, en la plaza de Regla (al lado de la Catedral), bajando por unas escaleras debidamente señalizadas.

Restos del hipocaustum

 

Vestigios de la porta principalis sinistra
 

En la cripta se ven asimismo los restos de la porta principalis sinistra del campamento legionario, de finales del siglo I-principios del II: un arco  monumental de opus quadratum y sillares de aspecto almohadillado que albergaba una doble puerta a la que flanqueaban sendas torres rectangulares. Era el acceso para llegar al pretorium -residencia del comandante- y los principia -el acuartelamiento de los soldados-.

Sobre ellos se asienta el urbanismo actual, dejando ver leves muestras aquí y allá, incluyendo la entrada sur, que en el Medievo se llamó Puerta del Arco del Rey y se puede intuir en la calle Platerías. En el lado opuesto del recinto perimetral, enlazada mediante la via principalis -la actual calle Ancha- estaría la porta principalis dextra, sobre la que siglos después se erigió el palacio de los Guzmanes, reconvertido hoy en sede de la Diputación.

Maqueta de la porta principalis dextra que se puede ver en el Centro de Interpretación León Romano

 

Esquema teórico de un campamento romano

Si los romanos disfrutaban en los baños, también lo hacían en los diversos tipos de espectáculos. Uno de ellos era el de los ludi gladiatori (juegos de gladiadores) que se celebraban en un anfiteatro que, lamentablemente, se empezó a desmantelar a partir del siglo IV, quizá por las dificultades de mantenimiento: se había construido aprovechando un declive del terreno, lo que hizo que la presión de éste obligara a apuntalarlo más de una vez ante el riesgo de que se desplomase; además la superestructura del graderío era de madera, mal material para aguantar el paso del tiempo. 

Una lástima la perdida de dicho edificio, ya que se trataba del único anfiteatro vinculado a un enclave militar que había en Hispania. Estaba entre las calles Cascalería y La Rúa, y la plaza del conde Rebolledo, hecho con diversos tipos de aparejo y unas medidas de noventa metros de largo por cincuenta de ancho. Tenía aforo para unos cinco mil espectadores.

Recreación artística del anfiteatro de León
 
Ubicación del anfiteatro extramuros del campamento (mediados-finales del siglo III d.C.)

Para terminar, una visita al Museo de León muestra una buena colección de piezas arqueológicas que amplían la visión, unas desenterradas en la ciudad y otras en un enclave extramuros denominado Ad Legionen VII Geminam, en localidad de Lancia o en la vecina villa romana de Navatejera. Entre ellas hay que destacar un buen puñado de estelas funerarias, las aras votivas de Bodus y Diana, el edicto en bronce de Augusto, el terminus augustalis (hito) de la IV Cohors Gallorum, el mosaico de Hilas y las ninfas, etc.

Imagen de cabecera: Reproducciones de armaduras legionarias (lorica hamata con condecoraciones y lorica segmentata) en el Centro de Interpretación León romano.

 Fotos: JAF

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