Mi amiga, la hiena

Hay una leyenda masái que me contó un jefe de esa tribu al calor de su choza en el Ngorongoro y explica el porqué mítico del aparentemente torpe caminar de la hiena, animal al que se refieren con el mote de la coja.  Érase una vez un cuervo que, en conversación con una hiena, se extrañó de que sus compañeras estuvieran siempre hambrientas pero nunca se quejaran. Y mostrando su astucia le sugirió que trepasen a los árboles para comer la carne que los masái cuelgan de las ramas a modo de almacén con el fin  de preservarla de los depredadores.

La hiena se mostró interesada pero adujo que, sin alas, no podría alcanzarla. Entonces el cuervo le dijo que reuniese a sus compañeras y le explicaría cómo lograrlo. Cuando se juntaron todas las hienas, el ave les detalló su idea: subirse una encima de otra para formar una torre mientras guiaba a la de arriba hacia el botín. Así lo hicieron pero sin saber que el artero cuervo las engañaba, ya que las orientaba hacia la Luna, no al árbol.

Finalmente, la hiena de la base, agotada por el peso que soportaba, se movió para ver qué pasaba y provocó que todas las demás cayeran al suelo. Ninguna se libró de romperse las patas posteriores y, desde entonces, según los masái, todas las hienas cojean.

Es curioso lo de ese animal. Carece de la majestuosidad del león, la elegancia del guepardo y la belleza del leopardo; no tiene la estampa de la jirafa ni la gracia cómica del hipopótamo; no es intrascendentemente rara como el ñú, ni formidable como el elefante, ni resulta imponente como el rinoceronte o hermosa como la cebra. De cuello demasiado largo, cuartos traseros muy cortos, tronco inclinado, orejas desproporcionadas y una faz de que asemeja una máscara de teatro clásico, pasea su aspecto patibulario y sarnoso como una especie de homeless de la sabana al que se admite sólo por condescencia hacia su fealdad. 


Incluso en la sabana hay clases, ya que la hiena no forma parte de los Cinco grandes (ese grupo de especies consideradas las más representativas de África por tamaño o ferocidad y que integran el león, el elefante, el búfalo, el rinoceronte y el leopardo), pese atener mayor tamaño que el leopardo y ser igual de hábil en la caza. En ese sentido, el hipopótamo también es un marginado. El caso es que quien hace un safari por África lleva en mente ver mil y un animales, pero probablemente la hiena ocupe el último lugar de la lista.

Como asumiendo ese rol de especie apestada y maldita, la hiena apenas se muestra. La primera y única vez que conseguí vislumbrar una, de lejos y recurriendo a prismáticos para poder captar algo más que su desgarbada silueta, su pelaje manchado y disperso por el viento o sus movimientos antiestéticos, fue en el Cráter del Ngorongoro (Tanzania). Era un individuo solitario que deambulaba junto al lago central, como buscando entre la basura, hasta que dio un par de vueltas sobre sí mismo y se acostó -se dejó caer más bien- en medio de la nada, recordando vivamente la imagen de un sin techo en plena acera. Aunque he hecho un buen puñado de safaris, no he vuelto a ver una hiena.


Es como si el pobre animal se avergonzara de su aspecto, de esa desconcertante mueca facial que parece combinar alegría y melancolía (la sonrisa triste de la hiena; parece un título de Katherine Pancol) y que representa en imagen lo que también provoca en sonido, ya que no ruge ni gruñe ni barrita ni relincha sino que emite una especie de risita tan patética como siniestra. Hemos visto leones y tigres en los circos pero jamás hienas, como tampoco acompañan nunca a las top models, cosa que sí hacen eventualmente guepardos, jaguares. ¿Alguna vez han encontrado una hiena de peluche en una tienda? Hasta en los dibujos animados la representatividad queda reducida a Tristón, el compañero de Leoncio.


Todo ello se une a su fama de carroñera, algo injusta porque todos los depredadores lo son cuando pueden y la hiena caza si se le presenta la oportunidad. Eso sí, con una técnica que también la ha hecho ganar mala fama, ya que lo hace en grupo y mata a sus presas por el vientre, empezando a devorarlas antes de que mueran, lo que la ha estigmatizado como animal cruel cuando ésa es una cualidad exclusivamente humana. A ver si las hienas van a ser nuestro reflejo en la fauna salvaje...

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