El teatro negro de Praga


Una de las cosas más curiosas y típicas que se pueden hacer en Praga es asistir a una función de teatro negro o černé divadlo. El nombre puede llevar a confusión pero no tiene nada que ver con el género terrorífico ni con con cuestiones raciales; se trata de una representación mímica en la que el fondo del escenario está cubierto por un telón de ese color que, combinado con una iluminación escasa y centrada sólo en lo indispensable, da pie a que los intérpretes puedan volar y hacer malabarismos que, en realidad, son trucos.

Me explico: puesto que el espectador no puede distinguir el negro sobre el negro, ya que nuestra visión no lo permite, algunos actores se visten de oscuro para estar presentes sobre las tablas sin que se les vea. Así pueden manejar cables, tramoyas y atrezzo que, debidamente tintados de colores fosforescentes, atraen la atención sobre los protagonistas o los objetos que se desea resaltar.

El origen de este tipo de espectáculo se remonta, dicen algunos, a la antigua China, aunque no falta quien recuerda los trucos con una caja negra del pionero del cine, George Méliès. Y aunque seguramente se podrá encontrar teatro negro en otros países, en la República Checa es toda una tradición. 

En su capital, hay varios locales dedicados a ello, aunque actualmente la mayoría de sus espectadores son turistas, que aprovechan para terminar su jornada de visitas con un espectáculo que invita a ello porque es mudo y, por tanto, entendible por todos. Música, acrobacias, malabarismos, algo de danza, claroscuros, interactividad y argumentos que resultan populares a todos los públicos, sean de la nacionalidad que sean, constituyen algunos de los elementos que caracterizan el teatro negro. 

Ciertas obras ya son consideradas clásicos. Por ejemplo, a la que yo asistí: se titulaba Visiones de Alicia y, como indica su nombre, era una historia basada en la novela de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas. O más bien sería una especie de secuela, con la niña convertida ya en adolescente y descubriendo así otras facetas de la vida: alegría, tristeza, amor, sorpresa, decepción, etc.

Esta obra la representa el teatro Ta Fantastika, un local muy pequeño -como casi todos, por eso hay que sacar la entrada con tiempo- que está en Palác Unitaria, Karlova 8. No es barata -ningún teatro negro lo es- y  cuesta unos veinte euros. Pero lo peor es tener que aguantar detrás, como me pasó a mí, a unas cotorras sudamericanas -no recuerdo a qué país- a las que parecía aburrir la función y que tras dar una paliza constante a base de risitas y parloteo, encima al final se escandalizaron con los desnudos de la escena en la que la protagonista descubre el sexo.

Pero hay más sitios dedicados al teatro negro, como el Palace Savarin (Na Prikope 10), donde representaban una titulada Yellow submarine (sí, el de los Beatles); o, muy cerca, el Metro (Národní 25); o el Image (Parízská 4), donde se representa otra obra muy exitosa, Afrikania; o el All Colours, con Fausto y Los sueños en color del dr. Frankenstein...

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