Isla Colón (Bocas del Toro)


Dado que gente muy cercana se dispone a viajar a Bocas del Toro, la ocasión la pintan calva para hablar un poco de ese rincón caribeño que parece sacado de un anuncio de ron Malibú.

Se trata de un archipiélago perteneciente a Panamá, compuesto por nueve islas, cuarenta y un cayos y doscientos islotes, que está situado muy cerca de la costa de ese país, a la entrada de la bahía de Chiriquí. Por increíble que parezca, aún no ha sido infectado por el turismo masivo, así que es posible visitarlo de manera que los paseos por las calles se hacen entre habitantes locales y el alojamiento es en hoteles pequeños, casi familiares, en vez de enormes resorts. Supongo que la cosa no durará mucho.

La calle principal -pocas más hay- del pueblo.
 
Cristóbal Colón lo descubrió en su cuarto viaje, realizado entre 1502 y 1504. En aquellos tiempos estaba habitado por dos tribus llamadas Ngabe y Buglé, que hablaban lenguas diferentes, vivían en palafitos y se alimentaban de lo que obtenían pescando o sacaban de la agricultura de subsistencia. Sin embargo, la población actual es básicamente negra, descendiente de esclavos jamaicanos importados por la famosa United Fruit a finales del siglo XIX para trabajar en los campos bananeros y transportar la mercancía hasta el puerto. 

De aquellos tiempos sólo queda rastro en su arquitectura colonial, aunque algo maltrecha por huracanes y terremotos, centrada en la capital, en Isla Colón. Es poco más que un pueblo de cuatro millares de habitantes, sin apenas tráfico (sólo hay dos carreteras en toda la isla) ni edificios de más de dos pisos, abundante en pubs y cervecerías, restaurantes, hoteles de madera pintados de colores chillones, tiendas de artesanía y empresas de deportes de aventura.

Aunque en las afueras -o sea, a cinco minutos a pie- tiene un divertido aeródromo cuya pista termina justo en un campo de fútbol (se interrumpen los entrenamientos para que aterricen las avionetas), generalmente sólo lo usan quienes llegan desde Costa Rica. Desde Panamá es más frecuente hacerlo taxi acuático, partiendo de Almirante o Changuinola, en un trayecto que lleva media y una hora respectivamente, y que apenas cuesta unos pocos euros.

El campo de fútbol con la pista de aterrizaje al fondo.
 
Bocas Town, como llaman allí a la ciudad (?) en una rara mezcla de español, inglés y jerga local, está asomada al mar, por lo que lanchas y canoas constituyen el principal medio de transporte a otras islas y forman un pintoresco paisaje portuario, amarradas a multitud de embarcaderos tras las casas y con pelícanos sobre los postes. 

Lo normal es contratar algún guía con embarcación para desplazarse a los rincones más atractivos; también hay catamaranes y veleros para alejarse más de la costa y poder practicar submarinismo; una de las grandes bazas del lugar porque la escasa profundidad ha permitido establecerse a muchas empresas que imparten cursos de iniciación.

Un embarcadero con las lanchas típicas para turistas... y curiosas instrucciones.
 
También se pueden hacer excursiones por el interior alquilando una bicicleta. Isla Colón mide unos sesenta y un kilómetros cuadrados tapizados por selva tropical y en los que se encuentran otros pueblos, como Colonia Santeña, o sitios de interés especial, como la Cueva de los Murciélagos; animales, por cierto, de los que allí hay un millar de especies distintas (de hecho, la vecina Isla Bastimentos tiene otra cueva con el mismo nombre).

Sin embargo, se suele preferir la visita a sus bellas playas, bien para relajarse al sol, bien para practicar snorkel (las excursiones te suelen facilitar el equipo) o surf. La playa más cercana a la capital es Baunch y, siguiendo el litoral en dirección opuesta a las manecillas del reloj, se llega a Bahía del Almirante (primer sitio donde ancló Colón), Bluff, Boca del Drago y La Cabaña.


Playa de las Estrellas, con la vegetación prácticamente en el agua.
 
Justo en el lado opuesto de la isla se encuentra uno de los sitios más impresionantes del archipiélago, que ya es decir: la Playa de las Estrellas. Un paraje solitario donde rara vez coinciden más de dos o tres personas -especialmente si se va por la tarde, después del chaparrón de rigor-, porque sólo se llega en lancha o caminando un cuarto de hora desde Boca del Drago. Además, la vegetación está casi en la orilla, a veces incluso entrando en el mar, dejando apenas un metro de arena

Una de las estrellas de mar fotografiada desde la superficie, a través del agua.
 
Su nombre se debe a las grandes estrellas de mar, de característico color anaranjado, que viven en sus cristalinas aguas y a las se puede ver moverse perfectamente desde las superficie, proporcionando una imagen mágica, casi irreal. (ojo, está prohibido cogerlas porque se mueren al sacarlas). También se encontrarán cientos de curiosos cangrejos violinista deambulando entre los manglares y los restos de alguna estrella muerta, entre la arena (parece un dibujo hecho por mano humana con piedrecitas). A los osos perezosos será más difícil avistarlos entre la espesura.

(continuará)

Mapa: página oficial de turismo de Bocas del Toro
Fotos: Marta B.L.

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