Atapuerca, el origen (II)

La trinchera vista desde lo alto de la Sima del Elefante
El otro día hablaba de mi visita al yacimiento de Atapuerca, que es uno de los más importantes del mundo en calidad y cantidad de restos prehistóricos descubiertos, además de contar con un potencial inimaginable porque, según los cálculos de los arqueólogos, se necesitará casi un siglo para excavarlo del todo.

Les conté cómo es la visita general pero también dije que, aparte, se pueden reservar unas entradas especiales que permiten visitas diferentes, más cercanas, al ser grupos muy pequeños. Una de ellas es un itinerario en 4 x 4 por los yacimientos menos conocidos de la sierra (lamentablemente se excluye la Sima de los Huesos, cerrada al público), que descarté porque hacía un frío glacial -incluso nevaba- y el vehículo es abierto.

La otra es una revisión de la Sima del Elefante pero con más detalle y acceso a los andamios. Es decir, no sólo se ve desde el camino principal de la trinchera sino que se puede uno acercar e incluso tocar la tierra. Fue el que elegí y sólo éramos tres personas más la guía, con lo que la experiencia fue prácticamente personalizada.

En lugar de entrar por la parte baja, la del acceso público, se hace por otra restingida al personal, desde arriba, de manera que se va bajando por los andamios viendo estrato por estrato. Luego se hace lo mismo pero por debajo del nivel del suelo, el más antiguo de toda la sierra de Atapuerca.

El nivel inferior de la Sima del Elefante con las marcas para las cuadrículas de excavación
 
La Sima del Elefante se empezó a excavar en 1996 y ha sacado a la luz abundantes restos de fauna como ciervos, hipopótamos, lobos, osos, caballos, leones... El nombre se debe a que algunos huesos fueron atribuidos inicalmente a un elefante, aunque luego se demostró que eran de rinoceronte; no obstante, más tarde sí se encontró un astrágalo de paquidermo. 
 
 También aparecieron huellas del paso del Hombre: industria lítica -sobre todo lascas de sílex-, vestigios de una fogata que constituiría el primer fuego intencionado encontrado en la sierra y huesos adscritos a Homo antecessor, aunque al parecer no está muy clara la especie. Resumiendo, un millón de años plasmados en quince metros de estratos.

Maqueta de la sierra de Atapuerca. Se aprecian la vía férrea y la trinchera (en blanco, a la izquierda).
 
Tras el recorrido es interesante echar un vistazo al Centro de Recepción de Visitantes, donde se exhibe una gran maqueta de la sierra, perfecta para hacerse una idea de la disposición de la trinchera ferroviaria y los yacimientos. 

Y para finalizar la jornada, nada mejor que una comida. En el vecino pueblo de Atapuerca hay un restaurante de divertido nombre, Como sapiens, donde cayeron unos cuantos platos calientes, elaborados con productos autóctonos, que vinieron muy bien para recuperarse de las temperaturas bajo cero: habas con verdura, morcilla y cordero con alcachofas; de postre, fresas con pimienta y, exquisita contradicción, helado de queso Idiazábal.

Una buena experiencia gastronómica: Como sapiens (no hay menú antropófago).
 
Y es que Atapuerca tiene una antiquísima tradición gastronómica: en Gran Dolina se encontraron huesos de once niños con marcas inequívocas de haber sido devorados por sus congéneres.

Fotos: Marta B.L.

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