El castillo de Drácula


De pronto me dí cuenta de que el conductor guiaba los caballos hacia el patio de un inmenso castillo en ruinas, en cuyas altas y oscuras ventanas no se veía un solo resplandor, y cuyas almenas desmoronadas recortaban sus melladas siluetas contra el cielo iluminado por la luna.

Drácula (Bram Stoker)  

Este párrafo que acaban de leer es la primera y fantasmagórica imagen que tiene Jonathan Harker del castillo del conde vampiro al coronar el Paso del Borgo, que separa Bistrita de Vatra Dornei (o, lo que es lo mismo, las regiones de Transilvania y Moldavia) y del que hablé en el último post. El caso es que hoy en día, entre los muchos chalés construidos allá arriba, también se alza un castillo de Drácula. O, para ser exactos, el Hotel Castel Drácula, que hay que sacarle el jugo a los atractivos turísticos nacionales, aunque sean tan estrambóticos -y divertidos, hay que reconocerlo- como éste.

Es un negocio reciente, por lo que no se trata de un edificio histórico aunque tiene una parte que imita los torreones de Bran. Los jardines que lo rodean son agradables, si bien un busto dorado de Bram Stoker, el autor de la novela, junto a un minúsculo cementerio a la sombra de los abetos ya nos indican que se trata de un establecimiento temático. Ello, a pesar de la invasión de multicolores enanos de jardín que vende un cercano puesto ambulante de souvenirs; ya les hablé con anterioridad de esa alucinante plaga que sufre Rumanía.

Al hotel, de tres estrellas, se accede por un patio para carruajes que imita el de la novela. La planta baja es el restaurante, así que, curiosamente, la recepción se encuentra en el primer piso. Es el sitio más gracioso porque se trata de una amplia estancia decorada con siniestros animales disecados -las aves recuerdan inevitablemente la vivienda de Norman Bates- y una vitrina exhibe fotos y afiches de películas de Drácula. No sé por qué, en lugar de las de Bela Lugosi, Christopher Lee o incluso Gary Oldman, predominaban las de la versión televisiva de Jack Palance y hasta las españolas de Jesús Franco. Otro misterio transilvano.

La recepción y parte de su fauna disecada
 
Pero lo mejor del lugar es que, mostrando el pasaporte, la recepcionista le pone un sello con forma de murciélago.  Como además permiten sacar fotos libremente, han  conseguido hacerse publicidad gratis en una astuta estrategia de márketing que ya podían imitar otros. Porque para todo esto no hace falta estar alojado en el hotel.

Ahora bien, si uno quiere regresar a España presumiendo de que ha pasado una noche en el castillo de Drácula, que sepa que dispone de sesenta y dos habitaciones dobles y tres suites. Y si el viaje es a principios de noviembre, mejor que mejor, porque es entonces cuando celebra su fiesta de Halloween y está en apogeo terrorífico. Creo que vienen niños de todo el país, además de numerosos norteamericanos. 

El minúsculo cementerio del castillo
 
En recepción también hay un cartel anunciando una misteriosa pero prometedora oferta: bajar a la cripta de Drácula. Eso sí, advierten de que no es apta para personas con problemas cardíacos. Por coña que no quede.

Y otra opción, para las parejas rumanas, es hacer allí su boda temática. Doy por hecho que la ceremonia será más normal, en alguna biserica cercana, y luego se trasladarán al Castel Drácula para el banquete y la fiesta; yo me imagino algo parecido a El baile de los vampiros de Polanski.

En fin, inenarrable. Tanto como la página web oficial (arriba tienen el enlace; entren, entren) o el logotipo, una D cuyos extremos son un dragón y una estaca.

Fotos: Marta BL

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Por fin una foto del verdadero Castillo de Dracula!!!! Yo soy rumana y estoy harta de tantos castillos falsos de Dracula el verdadero esta en Vatra Dornei cerca de Bistrita Nasaud. Un saludo desde Madrid. Camy.
Jorge Álvarez ha dicho que…
Gracias por el comentario, Camy. Viniendo de una auténtica rumana produce una satisfacción especial.

Entradas populares de este blog

El saqueo de Mahón por Barbarroja y el fuerte de San Felipe

La Capilla Sixtina: el Juicio Final

Santander y las naves de Vital Alsar