Noche en el hotel Halcón Palace


Nuestro coche serpenteaba por aquella carretera sinuosa y ya oscura en busca de un pueblo llamado Cofiño, para el cual debíamos tomar un desvío que, a esas horas, extendiendo la noche su negro y neblinoso manto, parecía probable que nos saltáramos.

Subíamos el monte Sueve, en la cordillera homónima que está situada en el concejo asturiano de Parres, sitio famoso porque allí se encuentra Arriondas, la localidad desde donde se da la salida al Descenso del Sella, la célebre fiesta de la Piraguas, cada mes de agosto.

Finalmente encontramos el camino y en pocos minutos llegamos a nuestro destino: el Hotel Halcón Palace, un establecimiento de la cadena Arcea donde pensábamos pasar un fin de semana de relax gracias a los puntos que una amiga no podía aprovechar y nos había cedido.

El sitio es de ésos que se describen como "con encanto". Está ubicado en un palacete señorial del siglo XVII restaurado, un edificio sobrio tanto por fuera como por dentro, aunque no exento de la tosca elegancia rural, con piedra vista, una gran escalera de madera y cortinones en las ventanas. Lo mejor, sin duda, la muralla almenada y con saeteras que lo rodea y el emblemático torreón circular, que aún ostenta el escudo de armas labrado en piedra y está coronado por una garita.

Dejamos el coche en un aparcamiento y atravesamos el jardín para registrarnos, con la niebla envolviendo el entorno y difuminando la iluminación de una piscina que, calculé, no tendría mucho uso en plena montaña. Porque el hotel está casi colgado en una ladera, con las cumbres nevadas de la Cordillera Cantábrica como telón de fondo.

Ya dentro nos recibió el dueño en persona. Su peculiar acento centroeuropeo, unido al atrezzo, la hora y un oportuno murciélago que revoloteó cerca, me hizo oir unas palabras que realmente no pronunció: "Bienvenidos a mi casa. Entren libremente y por su propia voluntad. Pasen sin temor y dejen un poco de la felicidad que traen consigo".

En realidad, Leo Benz no es un conde transilvano sino un hostelero suizo casado con una española y que nos atendió amabalemente hasta el punto de cedernos la más atractiva de las 20 habitaciones del establecimiento, la suite, que se ubica en el mencionado torreón. Algo con lo que precisamente estábamos especulando cuando lo vimos al llegar. En justa correspondencia variamos nuestros planes iniciales de cenar en Arriondas, que está a sólo 6 kilómetros, y decidimos hacerlo en el restaurante del hotel, cuyo chef, por cierto, es hermano de Benz.


Después nos retiramos y disfrutamos del alojamiento, con sus pequeñas ventanas geminadas, su puerta de madera y un cuarto de baño en el que la ducha no tenía mampara sino que el plato se halla más bajo que el suelo para que no escape agua.

Aquel fin de semana en el Sueve fue de tranquilidad y sosiego, pero el monte era un viejo conocido al que había ascendido a pie en ocasiones anteriores y aún lo volvería a hacer más tarde, como contaré en otra ocasión.

Fotos 1 y 3: Hotel Halcón Palace
Foto 2: JAF

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