Santiago de Compostela, entre vieiras, pirámides y caballos

Hace poco estaba recuperándome de una brutal gastroenteritis -de modalidad tan especial que más que afectar a las tripas me daba un terrible dolor de cabeza-, gajes de la ingesta masiva de vieiras, cuando mi cerebro, que latía en sensurround como intentando salir del cráneo hasta el punto de que por un momento me imaginé recreando la escena del presentador de informativos de Scanners, formó una insólita imagen.

Se trataba de una vieira, pero gigantesca, descomunal, ciclópea, que podría constituir el sueño prohibido de más de un tragaldabas esclavo de la gula marisquera. El grotesco molusco se alzaba ante mí, poderoso e impertérrito, como si pretendiera testimoniar con su inmensa presencia una fría acusación por haber devorado a tantos congéneres suyos.

Y entonces recordé que no era la primera vez que nos veíamos. Que años atrás, durante una visita a Santiago de Compostela, ya habíamos cruzado nuestros caminos, sólo que en condiciones distintas. Mejores. Entonces era yo el que había acudido a contemplar a mi oponente y no para retarlo sino para admirarlo.

Fue en la parte exterior trasera de la catedral jacobea, en uno de los rincones más recoletos y bellos del templo: la esquina que forman la fachada del claustro y la Portada de las Platerías. Allí hay un pasadizo que un arquitecto llamado Simón Rodríguez construyó en 1705 para comunicar el brazo sur del crucero con el salón del Tesoro y, fruto de la diferencia de niveles existente, también tuvo que añadir una escalera de piedra

Se compone de dos tramos que parecen proteger, como uno de esos cordones que mantienen la distancia mínima, la esquina entre ambos cuerpos arquitectónicos (el crucero y el claustro); un recodo decorado por una enorme venera tallada en la piedra y con forma de... vieira. Un rincón curioso, raro, casi enigmático y, así pues, muy apropiado para esa ciudad, símbología peregrina aparte.

Claro que eso no es nada comparado con la leyenda. Porque, sí, hay una leyenda que dice que esa concha sostiene todo el peso de la catedral centralizándolo en ese punto. O sea, que si quisiéramos demoler uno de los templos más importantes de la cristiandad no tendríamos más que cargarnos la vieira de marras, tal cual estuviéramos atacando la Estrella de la Muerte.

Y hay más. La torre que corona la esquina del claustro es tan atípica que inevitablemente ha dado pábulo a más historias, a cual más insólita: una de ellas, atendiendo a su forma escalonada, dice que representa una pirámide de la América prehispana; otra, una metáfora del Universo.

En fin, el aire mágico y esotérico de los alrededores se culmina con los relieves del tímpano de la Platerías -ya los comentaré en otra ocasión- y la fuente de los Caballos que decora el centro de la plaza, donde la costumbre de lanzar una moneda de espaldas para pedir un deseo ha ido desplazando a otra anterior que era tradición aplicar a los recién llegados a la ciudad: preguntarles dónde están las patas de los equinos y, cuando se asomaban a la pila para mirar, empaparlos de agua a manera de bautismo profano.

 Foto: arqueomalacologia

Comentarios

RumAndChupacabras ha dicho que…
Thank you, thank you, thank you for having put this informational blog up in 2012! I came back from my first Camino in June 2016 and have been searching the Internet for information about this very place...the place I was most drawn to on the outside of the Cathedral! I found it to be beautiful yet somehow...empty. I keep feeling that 'something' else belongs in there under the shell! Who knows...perhaps it await's a photo of me standing under it! Where did you come across this information? I want to learn more!
Tina
www.rumandchupacabras.com

Entradas populares de este blog

El saqueo de Mahón por Barbarroja y el fuerte de San Felipe

Santander y las naves de Vital Alsar

La Capilla Sixtina: el Juicio Final