De enanos y vampiros


Cuando subí a la diligencia, el cochero aún no había ocupado su asiento; le vi charlando con la señora de la posada. Evidentemente, hablaban de mí, porque de cuando en cuando miraban en dirección mía; y algunas personas, que estaban sentadas en un banco junto a la puerta -que ellos llaman con un nombre que significa "el mentidero"- se habían acercado a escuchar, y se volvían para mirarme, casi todos con cierta expresión de lástima. Oí que repetían con frecuencia determinadas palabras; palabras extrañas, ya que había gentes de las más diversas nacionalidades entre los reunidos: así que saqué discretamente de mi bolsa el diccionario multilingüe, y las busqué. Confieso que no me llenaron de animación, ya que entre otras encontré "Ordog", Satanás; "pokol", infierno; "stregoica", bruja; "vrolok" y "vlkoslak", que significan igualmente (una en eslovaco y otra en serbio) algo así como hombre-lobo o vampiro.

Drácula (Bram Sotker)

Pobre Jonathan Harker, desgraciado Drácula y frustado Stoker. Qué poco imaginaban que todas esas criaturas malignas y demoníacas que recubren Transilvania y Valaquia de una pátina de tópico, tan pintoresco como entrañable y atractivo, se iban a transformar en poco más de un siglo en otras muy diferentes. Brotadas también de la imaginación enfermiza y protagonistas de historias y mitos, pero transformadas por la mano del consumismo contemporáneo en la imagen del kistch por excelencia, alcanzando en aquellas lejanas tierras tracias cotas de abundancia verdaderamente preocupantes.

Y es que toda Rumanía ha visto cómo los ejércitos romano, turco, húngaro, ruso y polaco, que durante siglos traspasaron sus fronteras para apropiarse del país, han sido hoy sustituidos por las hordas infames y multitudinarias de los ENANOS DE JARDÍN. Miríadas de ellos asoman sus encapuchadas cabezas, sus mejillas sonrosadas y sus barbas blancas a los lados de las carreteras, esperando la ocasión de caer sobre el incauto viajero que tenga a bien detenerse para tomar un confiado e ingenuo descanso.

Cunetas en las que se ocultan, arteros, tras la cerámica negra moldava y otras artesanías; encrucijadas de caminos a las que las características cruces erigidas no han podido mantenerlas vírgenes; castillos legendarios donde los vampiros y sus novias han visto mancillado, con su presencia, un linaje que se remonta a los tiempos de Atila... Los enanos de jardín están por todos los rincones rumanos ataviados con su traje de combate de colores aún más chillones que en el resto de Europa y sumidos en plena explosión demográfico-artesana, extendiéndose como una sombra sobre el continente.

¡Y contra ellos no sirven las cruces ni el ajo ni el agua bendita!

Fotos: JAF

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