Difuntos de Rumanía


Hoy es la conmemoración de todos los Fieles Difuntos, festividad que los centroamericanos llaman más llanamente Dia de los Muertos y los anglosajones Halloween. Y qué mejor homenaje para una jornada así que ilustrar este post con imágenes funerarias. Pero no de un sitio cualquiera, no: del SITIO con mayúsculas.

Hablo de Rumanía, por supuesto, donde la frontera entre la vida y la muerte es más difusa que aquí pese a que suene a tópico y sin necesidad de recurrir a historias de vampiros. Por ejemplo, en ningún otro lugar es posible encontrar tal cantidad de cruceros en los caminos; las carreteras del país serán infernales (vaya, el adverbio es oportuno) pero a ninguna le falta una ingente colección de cruces en cada salida, en cada intersección, a cual más bonita y trabajada, a menudo adornadas con el característico tejadillo. También en cada curva donde haya habido un accidente, que son casi todas, se ven pequeñas cruces con flores. Como aquí, sí, pero multiplicado por cien.


Además los cementerios no están en el quinto pino ni encerrados entre muros inaccesibles que ocultan su interior. Por contra, es frecuente que se integren dentro de las aldeas, entre las casas, de manera que uno va paseando por una calle, dobla la esquina y se topa con uno. Por no hablar de curiosidades como ubicar un museo en medio de un camposanto, rodeado de tumbas, como el de colecciones de vidrio de Sibiel (en Transilvania, claro).


Los difuntos están siempre presentes en la vida cotidiana, en el recuerdo, en las oraciones. Todos los países tienen sus monumentos a los caídos en las guerras (menos España) pero lo de Rumanía es especial porque hasta el pueblo más modesto tiene el suyo, con nombres e incluso fotos de los soldados. Puede ser un muro como el de la plaza de la Revolución de Bucarest, donde figuran todas las víctimas de la lucha contra Ceaucescu, un monolito, una estatua, o una  simple cruz con banderas.


Pero las almas comunes tampoco se olvidan. En todos los cementerios e iglesias -y hay para dar y tomar- hay una especie de armario que alberga las velas encendidas en su memoria por los devotos, que allí lo son profundamente. Resulta muy curioso porque unos letreros dejan claro cuál es el espacio que corresponde a vii (vivos) y morti (pues eso).


En fin, les voy a dejar descansar en paz (je, je) recomendándoles la visita a un lugar que yo no pude pisar porque ya estaba cerrado pero que todos los nativos recomendaban: el camposanto de Sighisoara. Visto desde la cancela de entrada, con sus avenidas arboladas y su ubicación sobre la colina que domina la ciudad, prometía pero ya era muy tarde. A cambio conseguí esta foto del sol poniéndose en plan Drácula coppoliano (no falla, al final, tuvo que salir).


 Fotos: JAF y Marta B.L.

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