La cobra de la Legión


En Marruecos la fama turística se la llevan sobre todo Fez, Marrakech, Agadir, Ouarzazate, Rabat, Casablanca y algunas otras. Tánger no tanto porque tiene menos cosas que ver desde el punto de vista monumental. Sin embargo era uno de los sitios que me interesaban especialmente cuando viajé al país alauita en 2008 porque sólo el nombre ya evoca misterios, intrigas internacionales,  una turbulenta historia...

Recordemos que fue púnica, romana, bizantina, árabe, portuguesa, española e inglesa antes de pasar a Marruecos pero, en una penúltima etapa, la Conferencia de Algeciras la declaró Ciudad Internacional en 1925 por su estratégica ubicación en el Estrecho de Gibraltar. Allí se citaban diplomáticos, agentes secretos, contrabandistas, espías, delincuentes de postín y aventureros en general, configurando una fauna local tan interesante como para que muchos artistas le prestaran especial atención: pintores como Fortuny o Matisse, escritores como Burroughs o Bowles, cineastas como Bertolucci.

La bahía de Tánger tenía un gran puerto comercial que atraía a empresas de todo el mundo y sirvió para enriquecer la ciudad. En 2008 ese puerto estaba en plena obra de remodelación, por lo que por todas partes había escombros, vallas y materiales de construcción. Y fue precisamente paseando por las murallas de la kasbah, que se asoman al mar, cuando topamos con unos encantadores de serpientes. Como llevábamos un guía local fue él quien negoció el precio, ahorrándonos el previsible dolor de cabeza. La verdad es que salió muy barato.


Como se aprecia en las fotos, se trataba de dos ancianos que portaban una caja de madera y un bendir, típico pandero marroquí. Uno se puso a tocarlo mientras el otro abría la caja y sacaba una cobra negra como el carbón. Este es el nombre común que se da a los reptiles de la especie Naja Haja (hay 20 especies), la famosa cobra de los faraones egipcios, que en Marruecos presenta una subespecie denominada Legionis (por el Tercio español, al parecer). Siguiendo el ritmo de la percusión, el vejete provocaba una u otra vez al animal que, con su cuello hinchado en señal de cabreo, bufaba e intentaba morderle sin éxito. En una ocasión pegó un súbito salto y estuvo a punto de llegar al brazo del encantador, pero era evidente que el tipo tenía muchas tablas. De haberlo conseguido le hubiera inoculado un veneno cuya neurotoxina actúa rápidamente sobre el sistema nervioso y mata en poco tiempo. Por eso no podíamos acercarnos demasiado ni nos colgaron la serpiente al cuello para sacar fotos, como sí hacen en Marrakech con culebras inofensivas.



Fotos: 
Marta BL

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