Sin rastro

Supongo que no todos los lectores serán lo suficientemente frikis para estar enterados, pero el próximo sábado se celebra en Madrid la quinta edición de la Marcha Zombi, en la que todos los muertos vivientes que deseen participar podrán recorrer, tambaleándose por supuesto, un itinerario que empieza frente al Pabellón de Deportes de la Comunidad y termina en la Plaza del Carmen, pasando por Chueca, Fuencarral y Montera, entre otras calles.

Lo cual resulta curioso porque pocas ciudades hay en el mundo como la capital de España, en las que los fallecidos se hayan movido tanto de un lugar a otro. Sólo que cadáveres auténticos. La cosa es más grave de lo que parece porque, lamentablemente, así se ha perdido el rastro de muchos restos ilustres; no los encontraría ni Anthony Lapaglia

Entre ellos figura, por ejemplo, Cervantes, del que se sabe que fue enterrado en el convento de las Trinitarias en 1616 pero sin determinar el lugar exacto. Este cenobio está casualmente en la calle Lope de Vega, que es otro desaparecido: se le dio sepultura en la iglesia de San Sebastián en 1365 pero se movieron sus restos para meter a la hermana del párroco y adiós muy buenas. Por seguir con literatos, Calderón de la Barca probablemente viajó más  tras morir que en vida: fue inhumado en 1681 en la parroquia del Salvador, pero en el siglo XIX se trasladó el cuerpo al Panteón de los Hombres Ilustres porque iban a demoler el templo; el dichoso panteón quedó en ruinas durante la invasión francesa y entonces los restos mortales pasaron a la iglesia de los Dolores... cuyos archivos, donde se indicaba cuál era su tumba, se perdieron también. Una teoría dice que  el cuerpo fue llevado a San Francisco el Grande, primero, a la capilla del cementerio de Atocha después y, cuando este camposanto se cerró, a una iglesia de la calle Torrecilla del Real.

La gente del Siglo de Oro no tuvo suerte en su descanso eterno. Otro peregrino post mortem fue Velázquez, cuya tumba quedó mezclada con escombros cuando derribaron la parroquia de San Juan Bautista en la que se hallaba. Hace una veintena de años se sugirió que quizá las momias encontradas en el convento de San Plácido correspondían al artista y su mujer, que habrían sido sacados antes del derribo y trasladados allí. Se practicó una serie de pruebas científicas  pero ninguna fue concluyente: la comparación del ADN, imposible por el deterioro de los años;  huellas dactilares -hay una huella del pintor en La rendición de Breda-, inútil porque los dedos momificados se conservaban mal; el plomo de la pintura bsorbido por la piel, tampoco... Así que en la plaza de Ramales una columna indica únicamente el lugar aproximado donde yace Velázquez.

La lista de desaparecidos ilustres es más amplia, bien por falta de datos, bien por falta de certeza: el arquitecto Juan de Herrera, el pintor  Claudio Coello, el marino ilustrado Jorge Juan, etc.

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