Cortes y leones


¿Dónde estaba usted el 23 de febrero de 1981, cuando se produjo el intento de golpe de estado? Ésa es la pregunta que hay que hacerse en España para establecer un paralelismo con el asesinato de JFK. Yo reconozco abiertamente que no recuerdo ni por asomo dónde estaba, ni lo que hacía, ni casi nada de aquel día. Y eso que ya tenía catorce años.

De todos modos, no era la primera vez que el Congreso se veía envuelto en en situaciones difíciles. El 14 de julio de 1856 fue bombardeado durante los combates callejeros entre los progresistas, partidarios de Espartero, y los unionistas del presidente O'Donnell: el recinto fue alcanzado por algunos cañonazos y el diputado Práxedes Sagasta incluso recogió un proyectil con sus manos solicitando en broma que constara en acta. Y el 3 de enero de 1874, cuando se debatía una moción de confianza a Castelar, se produjo el golpe del capitán general de Madrid, Manuel Pavía, quien, en contra de los que dice la leyenda, no entró a caballo sino que esperó fuera con varias compañías de guardias civiles y soldados mientras el coronel José de la Iglesia entraba y exhortaba a los diputados a desalojar la cámara: Pavía era amigo de Castelar y no aspiraba a mandar sino a poner fin al caos de la Primera República; de hecho nombró un gobierno provisional y él volvió a su vida militar.

Convento del Espíritu Santo, antigua sede del Congreso
El Congreso vivió esto en muy poco tiempo puesto que no era un edificio antiguo. La primera piedra de su construcción la puso Isabel II el 8 de noviembre de 1845, dos días antes de que se adelantara oficialmente su mayoría de edad a trece años para que pudiera subir al Trono y zanjara el problema de la sucesión, que había originado la Primera Guerra Carlista (luego hubo otras dos, lo que demuestra que no había quedado los suficientemente zanjado). Anteriormente, los diputados se reunían en la iglesia del convento del Espíritu Santo, que ocupaba el mismo solar.

Las sesiones empezaron en 1850, cuando la cámara aún no estaba terminada. Era sensación general que la fachada resultaba un poco sosa, como suele ser el estilo neoclásico, por lo que el arquitecto le puso dos grandes farolas a cada lado de la escalinata principal. Pero no parecían suficiente, así que se intentó contratar al escultor Ponciano Ponzano para que dignificara la imagen. Ponzano esculpió dos leones de yeso barnizados en color bronce que, como es lógico, en apenas un año ya presentaban deteriorados. Cuando le reclamaron que los hiciera de bronce auténtico se negó por una superstición que achacaba mala suerte a representar animales, así que el sustituto fue José Bellver y Collazos.

Gobierno y oposición; digo, Benavides y Malospelos; digo, Daoíz y Velarde
Bellver talló dos leones de piedra pero tampoco gustaron, por pequeños,  y nunca se llegaron a poner en su sitio (hoy están en Valencia). Finalmente se recurrió de nuevo a Ponzano y, para abaratar costes, se le proporcionó el bronce: los cañones capturados a los moros en la batalla de Wad-Ras. Las figuras se terminaron en 1865, sobrepasando cada una las dos toneladas, pero entonces la oposición consideró indigno haberlos hecho a costa de un botín de guerra imperialista (cualquier día intentan quitarlos). Cuando por fin se colocaron ya corría el año 1872; se había tardado dos décadas.

Los leones fueron bautizados oficialmente como Daoíz y Velarde, aunque los castizos madrileños los llamaban Benavides y Malospelos.

Fotos: wikimedia

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Pues a vista de cómo está España en estos momentos yo los llamaría Laurel y Hardy.

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