Un cocodrilo en Sevilla

Al bajar de la Giralda, aterido por el frío y la lluvia que sufrí en el campanario -el viento empujaba el agua de costado y había que guarecerse tras los muros de la balconada-, de la Catedral de Sevilla sólo me quedaba ver el Patio de los Naranjos. O mejor pisar, puesto que desde lo alto de la torre se contempla una perspectiva magnífica, como se puede comprobar en la foto.

El Patio se llama así por razones obvias pero antes era el shan, el lugar donde los fieles musulmanes realizaban las abluciones antes del culto (en la fuente central), pues junto a la propia Giralda es lo que queda de la primitiva mezquita. Más tarde se convirtió en cementerio e incluso se utilizó como recinto para el mercado. Hoy es un sitio especialmente bello y tranquilo, un solaz para descansar durante la visita a la catedral.

El caso es que salía del templo por la puerta de acceso a la Nave del Lagarto, una de las que cierran el patio y donde está ubicada la Biblioteca Colombina (así llamada por la colección creada por Hernando, el hijo de Colón, que incluye algunos libros de su padre), cuando algo en la bóveda me llamó la atención: un colmillo de elefante colgaba del techo, sujeto por unas cadenas, junto a un bocado de caballería. Y si esto le parece raro a cualquiera, más aún lo que pendía unos metros más allá: ¡un cocodrilo! Por fín entendía el nombre que le daban a esa nave, aunque la coña andaluza despista un poco.

Como casi todo en Sevilla, tiene su leyenda: en el año 1260 llegó a la ciudad una embajada del sultán de Egipto para pedirle a Alfonso X  la mano de su hija Berenguela; Castilla se configuraba como toda una potencia, capaz de arrebatarle al Islam sus reinos y convenía estar a bien con ella. La propuesta fue rechazada amablemente pero en suelo ibérico quedaron los regalos traídos por la delegación egipcia: una jirafa amaestrada, un elefante y un cocodrilo. Con el paso de los años los animales murieron y lo que queda de ellos es lo que se puede ver actualmente (más la vara de mando del embajador castellano en Egipto, donada al terminar su misión).

La realidad es más prosaica. Probablemente se trate de simples símbolos de las virtudes y los vicios. Además, aunque el reptil parece disecado, es una falsa impresión: se trata de una talla de madera forrada de tela, algo desgastada ésta por el tiempo, lo que le da mayor verosimilitud. Como casi siempre, es más atractiva la leyenda.

Fotos:
-Patio de los Naranjos desde la Giralda, por Marta B.L.
-Diario Oliver

Más cosas que hacer en Sevilla.

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