¡Tembo, bomayé!


El elefante salió al camino obligando al conductor a bajar una marcha. Plantado en medio y enseñándonos sus cuartos traseros, empezó a caminar con parsimonia delante nuestro, como si fuera abriéndonos paso y anunciando nuestra anecdótica presencia a toda la sabana. No podíamos hacer otra cosa que avanzar tras él muy lentamente para guardar la distancia de seguridad, algo de lo que el propio animal se cercioraba de vez en cuando girando su cabeza para mirar.

Paso 1: el elefante circula despreocupadamente por su izquierda (en Uganda rigen las normas británicas)
 
Avanzó cien o doscientos metros y de nuevo echó un vistazo a ese extraño ser que le iba siguiendo para calcular su posible peligrosidad, mientras nosotros aprovechábamos cada una de sus paradas para disparar frenéticamente nuestras cámaras. Recorrió otro centenar de metros y, una vez más, nos miró de soslayo comprobando que el camión se le acercaba despacio. Entonces debió decidir que ya estaba bien de intrusismo y que había que poner los puntos sobre las íes: se detuvo y dio media vuelta, quedando plantado ante nosotros y obligando al conductor a apagar el motor prudentemente. De pronto pareció que caía un manto de silencio absoluto sobre el entorno: no se oía una mosca, como si toda la fauna de  Uganda hubiera interrumpido sus quehaceres habituales para asistir a lo que prometía rememorar una nueva edición del recordado combate de Alí y Foreman en la vecina Khinsasa en 1974; las jirafas estiraban sus cuellos sobre la maleza para obtener la mejor vista, los facóceros asomaban entre la hierba y todos los grupos de  herbívoros detuvieron su  tranquilo pastar.

Paso 2: el camión acorta distancias y se acerca demasiado

El paquidermo, un imponente macho con colmillos de tres metros, permanecía quieto allí delante, frío, duro, escudriñando con aquellos ojillos arrugados hasta lo más profundo de nuestras almas, valorando hasta qué punto éramos tan  osados como para dar un paso más e infringir su espacio obligándole a cargar. Hubo quien optó por retirarse a la parte trasera del vehículo, porque el ataque parecía inminente. Otros nos quedamos allí delante, dispuestos a sufrir la embestida y conseguir un vídeo memorable, aunque fuera a costa de una buena sacudida. Pero elefante y camión seguían allí quietos, frente a frente, esperando que el contrario cediera y diera marcha atrás, en un duelo silencioso como de spaghetti western, donde sólo faltaba que sonase una armónica con música de Ennio Morricone.

Paso 3: mosqueo y advertencia. "No déis un paso más"

Finalmente, tras interminables minutos de pulso, el proboscideo decidió que no nos concedería la escena prometida. Aleteó sus enormes orejas y con la misma tranquilidad con que había saltado al camino, salió de él reuniéndose con la manada. Cuando arrancamos el motor y pasamos a su altura ni siquiera se molestó en mirarnos; no éramos peligrosos sino unos simples pelmazos.

Paso 4: la proverbial prudencia de la sabana. Mejor una mala paz que una buena guerra.

Fotos: Marta B.L, 2010.

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