Santa paciencia

Santa paciencia. Eso deben pensar los pobres évzones, los soldados que montan guardia ante la tumba del Soldado Desconocido de la plaza Syntagma, justo delante del Parlamento griego. Como suele ocurrir en muchas capitales, los cambios de guardia y los pintorescos uniformes tradicionales de estos militares atraen a cientos de turistas que hacen cola para sacarse foto junto a su imperturbabilidad.

El caso es que a treinta y cinco grados bajo el sol, con esos ropajes de lana gruesa y teniendo que esperar a que el cabo les limpie el sudor de la frente con un pañuelo porque ellos no pueden mover un músculo (coño, que el gorro ni siquiera tiene visera), la paciencia que exhiben aguantando encima a los pelmazos de las cámaras es más que meritoria. Y además con la humillación de vestir faldas plisadas y zapatos con borla, y tener que desfilar como si debieran tocarse la frente con la punta del pie.

Menciono esto porque acabo de leer en una guía de Atenas que es una ciudad cosmopolita y de contrastes. Muy original la descripción; únicamente se la podrías poner al 99% de las capitales mundiales. Pero quería centrame en esos contrastes. En uno concretamente: el de los évzones respecto a los vigilantes de los museos y yacimientos arqueológicos, no sólo de la ciudad sino de todo el país. Grecia tiene un problema con esa gente. Según nos dijeron se recluta para ello a estudiantes de la Universidad, con lo que su misión no sería vigilar únicamente sino también informar, orientar... y perseguir obsesivamente al turista si le pillan haciendo una foto a alguna obra prohibida, que hay muchas.

Ya sé que eso pasa en muchos museos e iglesias del mundo pero lo de Grecia es caso aparte. Yo ví cómo, por ejemplo, impedían a un visitante hacerse un retrato posando como el discóbolo ante el Erecteion, o cómo obligaban a una familia a borrar de su cámara digital la foto que acababan de hacerle a su hija de cinco años ante el Partenón porque la niña exhibía su osito de peluche. Al parecer, así quieren velar por la dignidad (?) de su patrimonio. Parecen agentes de la Gestapo en plena redada. Estás enfocando el objetivo y, como de la nada, se materializa una veinteañera histérica aullando "¡No foto!", y no sirve de nada dejar simular que obedeces esperando a que se vaya porque ya ha registrado tu cara en su cerebro y te perseguirá implacablemente. Te acercas demasiado al cordón límite y tres o cuatro de esos implacables cerberos (el símil viene al pelo) empiezan a atronar el lugar con sus silbatos mientras te señalan con el dedo, igual que los extraterrestres de La invasión de los ultracuerpos.

Algunos viajeros no soportan los modales de la Gestapo helena y se enfrentan con ella. Otros optan por la resignación. Caminar por la Acrópolis equivale a asistir a un concierto de pito como si hubiera por allí un árbitro tarjetero de ésos que no hacen más que interrumpir el juego para señalar faltas inexistentes. Por eso se agradece la paciencia infinita de los évzones. ¿Será que no tienen dignidad?

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