Las tumbas de Saint Denis

Hoy toca Letras. Literatura e Historia. Alejandro Dumas, el autor de Los tres mosqueteros, tiene varios cuentos con abundancia de leyendas fantásticas, cementerios y espectros, temas típicos de la época romántica en que vivió. Uno de ellos se titula Las tumbas de Saint Denis y hace referencia a un acontecimiento histórico ocurrido durante la Revolución Francesa.

En julio de 1793 París hierve. Después de la toma de la Bastilla y de la subida al poder de la Convención Jacobina la guillotina funciona a destajo, se ha impuesto un régimen expresivamente conocido como El Terror y Luis XVI acaba de ser ejecutado por traición mientras su esposa María Antonieta está encarcelada en espera de juicio. Los exaltados no tienen bastante con decapitar aristócratas a diario al ritmo de la Carmañola y alguien sugiere destruir el Panteón Real, ubicado en la localidad cercana de Saint Denis, lugar de enterramiento de los reyes de Francia desde la Edad Media. Y allá van los revolucionarios, aunque no en caliente sino siguiendo un frío proceso burocrático: se nombra al abad local como comisario (testigo notarial) y a lo largo de varios días se procede a la exhumación de cadáveres arrojándose los restos a una fosa común.

La nómina de deshauciados, si se puede decir así, era impresionante. Por citar sólo algunos de los que más pueden sonar al lector estaban: Bertrand Du Guesclin, aquel que asesinó al castellano Pedro el Cruel, mientras éste se batía con su hermanastro, con la famosa frase "Ni quito ni pongo rey pero ayudo a mi señor"; Enrique IV, otro que pasó a la posteridad por la frase con la que justificó su conversión al catolicismo, "París bien vale una misa"; María de Médicis, su mujer, una intrigante de cuidado; Francisco I, enemigo por autonomasia de Carlos V, quien le derrotó en San Quintín y se lo tajo prisionero a España, soltándolo a cambio de unas promesas políticas que el francés no cumplió cuando se vio libre; Luis XIII, el rey que precisamente Dumas saca en Los tres mosqueteros; y Luis XIV, el Rey Sol, refundador del Absolutismo a través de otra cita más, "El Estado soy yo". En fin, hay muchos más pero no tengo sitio.

Como tampoco lo tuvieron sus despojos a partir de entonces. Los que no se deshicieron en polvo durante el traslado quedaron sepultados en cal viva. La excepción fue la momia de Enrique IV, que se conservaba tan bien que fue expuesta al público varios días. ¿Morboso? ¿No se hace lo mismo con los faraones, por ejemplo?

El cuerpo del Delfín de Francia, hijo de Luis XVII y María Antonieta, no se pudo recuperar pero su corazón está con ellos. Literalmente: en la urna de esa pequeña hornacina.

El cuento de Dumas narra cómo uno de los enterradores se burla de la susodicha momia al sacarla de su tumba y una noche, despreciado por todos los vecinos, que respetaban la memoria de Enrique, acaba siendo víctima de una visión fantasmal y recibiendo de los espíritus una profecía: los reyes volverían a su sitio en Saint Denis. Efectivamente, en 1805 Napoleón ordenó restaurar el Panteón y once años después Luis XVIII terminaba las obras, devolviendo todos los restos a la cripta. Allí descansan también, por cierto, Luis XVI y María Antonieta.

Hoy aún se alza la bella basílica gótica, consagrada catedral en 1966. La iglesia es bonita y merece verse por sí misma, pero para mí era más interesante la parte histórico-morbosa y ahí están las fotos como prueba. Dejemos que sea Dumas el que termine este post, que para eso escribía algo mejor que yo:

Al cuarto o quinto paso, la tierra falló bajo sus pies y cayó en la fosa. Entonces le pareció ver que a su alrededor se incorporaban todos los reyes, predecesores y descendientes de Enrique IV; le pareció que alzaban sobre él, unos sus espectros, otros sus manos, diciendo:"¡Desgraciado sacrílego!". Y le pareció que al contacto de aquellas manos de justicia y de aquellos espectros pesados como plomo, ardientes como el fuego, sentía sus miembros romperse uno tras otro.
En aquel momento sonaba la medianoche y el guardián oía sus lamentos.
Hice lo que pude para tranquilizar al infortunado; pero su razón estaba extraviada y, después de un delirio de tres días, murió gritando:"¡Perdón!"


Fotos:
Tumbas en Saint Denis, por JAF.
Marta y el corazón de Luis XVII, por JAF.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Un cuento de Dumas maravilloso en el que se entrelaza realidad con ficción de manera perfecta

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