Cova S'Aigua, una pequeña e interesante gruta de Menorca

 


Estalagmitas, estalactitas, estegamitas, columnas, pisolitas, helictitas, banderolas, coladas, anemolitos, botroides, conulitos, coraloides... Los aficionados a los espeleotemas y la geología cavernaria tienen un atractivo especial si eligen el archipélago balear para pasar sus vacaciones. Son unas cuantas, las grutas naturales que éste tiene; las más famosas -Artá, Drach, Hams- se encuentran en  Mallorca, pero las hay también en otras islas y una de ellas, Menorca, no sólo no está mal provista sino que presume de algunas igualmente destacadas, como las de Coloms, Cales Coves, Xoroi, Polida, Pardals, Cala Morell o Cova Murada, por ejemplo. Algunas son más modestas, lo que no impide que su visita se convierta en una experiencia apasionante. Por ejempo, la Cova de S'Aigua, que está en Cala Blanca, a unos cinco kilómetros de Ciudadela.

Entrada a la cueva de S'Aigua

Cala Blanca es una urbanización del suroeste menorquín que lleva el nombre de la cala donde se ubica, una pequeña aunque concurrida ensenada de arena tostada y aguas cristalinas -aunque deslucidas por la invasión de posidonia- encajada entrecantiles pétreos tapizados por pinos y rodeadas de restaurantes, hoteles y casas de alquiler. Es decir, un rincón como los muchos que salpican esa parte de la costa insular, pero con un interés añadido si miramos bajo tierra: en su entorno se ubica la citada cueva de S'Aigua, que constituye un complemento turístico a quien no quiera limitar su experiencia al modelo turísctico anglosajón de sol, playa y marcha nocturna que ha arraigado especialmente en ese punto.

 

Vista aérea de Cala Blanca (VisitMenorca.com)

Irónicamente, fue un británico el primero que se adentró en el subsuelo y dejó noticia de su existencia. Se llamaba John Armstrong y era ingeniero militar en la Menorca del siglo XVIII, que entonces estaba en manos de su Graciosa Majestad por obra y gracia del Tratado de Utrecht. Aquel ilustre hijo de la Gran Bretaña publicó en 1752 una obra titulada The history of the island of Minorca, que se tradujo al castellano en 1781 con el titulo Historia civil y natural de la isla de Menorca, pero de forma incompleta porque el editor español censuró algunos pasajes considerados poco adecuados para el honor de la nación y la religión católica (cosas del contexto político, caracterizado por la guerra con la que en esos momentos España intentaba recuperar Gibraltar). 

Lata de conservas semipetrificada

 

El propio Armstrong dice en la primera carta del libro -está escrito en forma epistolar- que su objetivo es "describir las poblaciones y puertos; indagar en la historia, antigüedades y estado actual del país; tomar nota del carácter y costumbres del pueblo; observar sobre métodos de agricultura, comercio e industria; y últimamente para daros una idea de la historia natural de la Isla". Lectores compatriotas tuvo, desde luego, pues lo demuestran una lata de conservas semipetrificada de alguien que sació su hambre durante una visita a la gruta, así como algunas inscripciones que todavía se pueden leer en las paredes interiores de la Cova S'Aigua, como la que hizo con tinta negra un teniente de granaderos llamado J. Wickham en 1801.

La inscripción dejada por el teniente Wickham

 

Otro que escribió sobre la húmeda roca fue el conde de Neudorf, que se instaló en Mallorca en 1867 e impulsó el desarrollo turístico de las islas un siglo antes de la catarata germana, invitando a múltiples personalidades mundiales de las ciencias y las artes, de las que era mecenas. Lo cierto es que su nombre no era más que un pseudónimo, ya que se trataba de Luis Salvador de Habsburgo-Lorena, archiduque de Austria y príncipe de Hungría y Bohemia. En su obra Die Balearen in wort und bilt, que describe el archipiélago, incluye una referencia a S'Aigua, donde subsiste su profanación gráfica hecha a punta de navaja.

Otra inscripción, en este caso de 1864

 

Después, ya en el siglo XX, llegaron los estudios geológicos y topográficos serios e incluso las obras de habilitación para segurar la conservación y adecuada explotación turística de la gruta. Era la culminación de unas visitas que en realidad se remontaban a la prehistoria, cuando los primeros menorquines de los períodos pretalayótico y talayótico la usaron para enterrar a los suyos en una época, o como en hogar en otra, estando relacionada con una naveta doméstica que hay en la playa; el hallazgo de restos arqueológicos, desde fragmentos cerámicos (cuya datación llega hasta la Edad Media) a huesos humanos (sumergidos debido al aumento del nivel freático pero visibles), lo demuestra.

 

Impresión de una concha de vieira

Si nos remontamos aún más atrás en el tiempo, a un segmento cronólogico entre veinticinco y cinco millones de años, descubriríamos el proceso de formación de Cova de S'Aigua. Sedimentos constituidos por restos de organismos marinos muertos se fueron acumulando en el fondo del mar  y posteriormente, cuando el nivel de las aguas descendió en el Mioceno, esos materiales quedaron al aire, se solidificaron y crearon una plataforma que, tras diversos movimientos tectónicos, se fracturó y originó unas fisuras denominadas diaclasas, de las que la cueva es una muestra.

El agua continúa modelando la cueva

Esa fisura fue creciendo a lo largo de milenios por acción del agua de lluvia que, filtrada por las oquedades, disolvió la roca calcárea y dio origen a cavidades mayores, galerías, etc. Dicha disolución permanece activa en la zona de la caverna que está sumergida bajo el lago interior; en cambio, en la parte terrestre las filtraciones se precipitan en forma de carbonato cálcico para modelar los espeleotemas. Los dos ámbitos, eso sí, resultan fascinantes para los curiosos; que son pocos, por cierto, no sé si porque la mayoría prefiere aprovechar la playa hasta el último segundo o simplemente porque ignora su existencia.

Restos óseos de cabra

En mi caso, las cuevas son siempre un atractivo interesante y como además estaba veranenando en la vecina Cala Santandria no tenía más que caminar quince minutos entre chalés y hoteles hasta llegar al parquecillo de pinos bajo el que se localiza. Luego, el recorrido por Cova de S'Aigua aporta el extra de poder escapar del tórrido calor mediterráneo durante tres cuartos de hora, lo que siempre es algo a tener en cuenta en una zona donde, extrañamente, la mayor parte de los alojamientos de alquiler carece de aire acondicionado pero ninguno carece de la tradicional portilla exterior de madera. 

En la parte inferior de esta otra imagen del lago se aprecian los huesos humanos

 

Una vez dentro sólo se pueden recorrer, en visitas guiadas de no más de una docena de personas y previo pago de la entrada, unos ciento cincuenta metros de los dos kilómetros y medio que hay en total. Sin embargo, el lago, que es el escenario estrella con sus aguas azuladas y los esqueletos prehistóricos perfectamente visibles bajo la calma superficie transparente, se extiende unos mil doscientos metros cuadrados, siendo necesario asomarse a una plataforma con barandilla para contemplarlo parcialmente.

La huella del vandalismo: estalactitas rotas

Los guías se encargan de explicar al curioso las características geológicas de la cueva y su formación, así como de mostrarle los rincones más llamativos: la lata de conservas y grafitis reseñados, la impresión de una concha de vieira en la bóveda, unos huesos de cabra, la huella del vandalismo en unas estalactitas rotas, espeleotemas variados, etc. Por un rato, uno viaja al pasado en el tiempo y el espacio, pero al final sale al exterior y la bocanada de aire caliente le devuelve a la contrastante realidad.

Un tramo de la bóveda

Imagen de cabecera: el lago interior de Cova S'Aigua

Fotos: JAF

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