El monasterio de Santa Catalina

Abajo, después de descender del monte Sinaí , cuyo ascenso conté el otro día, nos esperaba el guía. Desesperado. Histérico. Al borde del ataque de nervios porque aún debíamos visitar el monasterio de Santa Catalina para luego desplazarnos a la localidad costera de Nuweiba y coger el ferry hasta Ákaba, ya en Jordania . Fue una auténtica experiencia contemplar a un egipcio desquiciado por razones horarias en un país donde nadie se preocupa demasiado por ese motivo. Y, de hecho, a pesar de las prisas, después habríamos de languidecer varias horas en la terminal portuaria, un edificio insufrible en el que unos ventiladores vetustos -y estropeados en buena parte- no bastaban para aplacar el calor denso y asfixiante que proporcionaban el clima desértico de la península y las masas humanas que aguardaban para embarcar. Pero volvamos al inicio. El monasterio de Santa Catalina fue erigido en el mismo lugar donde la tradición cuenta que Moisés vio la famosa zarza ardiente que no se consu...