La mano tridáctila del Hércules jordano


Cuentan los habitantes de Amán que las encimeras de sus cocinas están hechas con los pedazos de Hércules y lo cierto es que no se trata de una metáfora; el héroe griego se convierte en una versión hachemita de Osiris, el dios egipcio descuartizado por Seth cuyos pedazos recompusieron a manera de puzzle Isis y Neftis, lo que no deja de ser una pena porque si en vez de esa divinidad hubiera sido Amón podríamos hacer una curiosa asimilación cacofónica con la capital de Jordania

Bueno, que me desvío. El caso es que ningún episodio del mito de Hércules transcurre en Próximo Oriente pero sí resultaba habitual que se levantaran estatuas suyas en las ciudades romanas. Y como el Mediterráneo Oriental pasó a quedar bajo el dominio de las legiones en la segunda mitad del siglo I a.C, Filadelfia -así se llamaba entonces Amán- se convirtió en un estratégico nudo de comunicaciones y la arquitectura e ingeniería de Roma mejoraron aquel lugar, que ya había recibido antes el influjo clásico griego.


Plano de la Ciudadela de Amán (Zeynel Cebeci en Wikimedia Commons)

Todavía se conservan en buen estado -aparte de un palacio omeya- el teatro de seis mil asientos que construyó Antonino Pío, el Odeón (otro más pequeño, de medio millar de plazas y probablemente cubierto en su tiempo) y el Ninfeo (monumental fuente pública que tenía una piscina de seiscientos metros cuadrados y tres de profundidad). Y luego está Jabal al-Qal'a, una de las siete colinas que formaban la ciudad -en efecto, como la metrópoli- que antaño se llamaba Rabbath-Ammon y era el sitio donde se ubicaba la Ciudadela

Allí se ubican las ruinas de un templo que, según reza una inscripción del pórtico, fue mandado erigir por el gobernador Publio Julio Geminio Marciano entre los años 162 y 166 d.C, aproximadamente en la misma época que el teatro (gobernando ya Marco Aurelio y su co-emperador Lucio Vero). Apunto, a manera de anécdota, que Marciano era natural de Cirta, capital del reino bereber de Numidia, que estaba en lo que hoy es Argelia y para entonces ya había sido romanizada. 


Marco Aurelio (dominio público en Wikimedia Commons) y Lucio Vero (PierreSelim en Wikimedia Commons)

De ese edificio no queda mucho, salvo su estereóbato o plataforma y cinco o seis columnas-según las defina uno por la cantidad conservada- que sostienen un pedazo de arquitrabe y parecen empeñarse en permanecer en pie sobre el estilóbato, como negándose a doblegarse ante el paso de los milenios y la fuerza destructora del terremoto del año 749 d.C. que echó el resto abajo; digo parece porque en realidad no resistieron sino que fueron recolocadas en 1993. Su planta rectangular medía unos treinta metros de largo por veinticuatro de ancho, si bien habría que añadirle el témenos, el recinto exterior que lo rodeaba y constituía el santuario en honor de una deidad cuya identidad es desconocida actualmente. 


Hércules y la Hidra (Javier Charro en ArtStation)
Sí, se lo conoce como Templo de Hércules, pero aunque ese personaje era hijo de la divinidad suprema, Júpiter, éste lo había tenido con Alcmena, la hija del rey Electrión de Micenas (adoptando el aspecto de su marido para seducirla, en una de esas correrías incontinentes del padre de los dioses), por lo que en principio no tenía la misma sangre; era mortal. Cierto que fue semidivinizado posteriormente y que en Roma se le rendía un culto especial, a menudo relacionado con los niños y la fecundidad.

Pero no fue nada de esto lo que llevó a identificar el templo jordano con Hércules sino dos hallazgos arqueológicos. Por un lado, las monedas encontradas, que llevan la efigie hercúlea; por otro, los fragmentos de una estatua colosal diseminados por la Ciudadela, al igual que algunos capiteles corintios que formaban parte del edificio. Esto último es difícil de determinar porque no queda ningún fuste -sólo el pórtico debería tener seis de once metros de altura cada una- y eso lleva a algunos expertos a especular con que el complejo quedó inconcluso. Ahí es donde hay que remitirse al inicio de este artículo, ya que se sabe que buena parte del mármol del recinto se empleó en construir una iglesia bizantina cercana -también en ruinas- y que muchos habitantes también aprovecharon la piedra para sus hogares.

Volvamos a los fragmentos de la estatua. En concreto son dos, correspondientes a un codo y un pie. Pero la gran estrella del lugar es una mano -o lo que queda de ella, tres dedos- que no está claro si pertenecía a la misma figura, aunque lo razonable en principio es suponer que sí. Por las dimensiones de esas piezas se calcula la altura de aquel Hércules en unos doce metros, lo que lo convertiría en una de las estatuas de mármol más grandes de la historia. 


La mano en cuestión

De hecho, todo allí es enorme, hasta el punto de que el propio templo era mayor que los que había en Roma; porque, al parecer, debía suplantar al de Milcom, la versión amonita del dios cananeo Moloch, cuyo santuario anterior quedó soterrado (una roca que aflora en el sancta santorum podría ser la prueba). Disputas divinas.

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