Visita al Mary Rose (y III): el rescate


Como vimos en el primer artículo, el Mary Rose, único barco del XVI rescatado del fondo del mar, naufragó en 1545 cuando acababa de zarpar para enfrentarse a la flota francesa. En el segundo se trataron las circunstancias de la tragedia y los primeros intentos de rescate. Ahora toca saber cómo volvió a la superficie y se expone para solaz de investigadores y aficionados.

Sacar el barco a la superficie fue una tarea lenta y delicada para evitar que se descompusiera al moverlo. Porque lo verdaderamente interesante de este rescate era el hecho de que no sólo se extraería su contenido sino el casco mismo; el Vasa había abierto camino en ese sentido, unos años antes. Era una operación tan compleja que se fundó una organización benéfica, el Mary Rose Trust, para reunir fondos y colaboraciones, así como coordinar al equipo implicado -50 personas en la mar más otras 70 en laboratorios- con los cientos de buceadores voluntarios que se presentaron para ayudar.

Dibujo del pecio por Jon Adams (Mary Rose Trust)

La extracción del casco se inició en 1979 y concluyó en 1982. El planteamiento fue el mismo que hizo Charles Brandon en su época y que se había aplicado también al Vasa, sólo que el barco sueco estaba en bastante mejor estado; el Mary Rose sólo tenía intacto un tercio de su estructura, por lo que fue necesario vaciarlo previamente, reforzarlo los maderos con tornillos y envolverlo en una especie de jaula que se elevaría con cables por debajo. También hubo que salvar un inesperado contratiempo: los Ingenieros Reales, que formaban parte de los trabajos, tuvieron que dejarlos porque se iban a la Guerra de las Malvinas. Pero al final todo salió bien y encima en presencia del príncipe Carlos.


Corte esquemático de la parte conservada del casco, el cual se puede ver expuesto en la foto superior (Mary Rose Trust)

Se entró entonces en una nueva fase: conservar y restaurar los restos. Hubo que recurrir a avanzada tecnología para que el cambio de ambiente no afectase demasiado a la madera. También fue bastante discutida su ubicación, pues algunos querían ponerlo en Southsea Castle (el lugar desde donde Enrique VIII contempló atónito el naufragio), pero finalmente se quedó en un dique seco del Astillero Histórico de Portsmouth (junto al HMS Victory), alrededor del cual se construyó todo un museo inaugurado en octubre de 1983. Allí trabajan todavía los restauradores y arqueólogos, limpiando las piezas para su exposición y estudiando la técnica de construcción naval empleada en la Inglaterra del siglo XVI ya que al no conservarse ningún documento al respecto el Mary Rose es como un libro abierto sobre el tema.

Exterior del Mary Rose Museum (foto JAF)

La visita al museo produce esa extraña sensación, mezcla de emoción, fascinación y cierta tristeza, que se siente cuando se contemplan objetos cotidianos usados por gente normal, acaso su únicas pertenencias. Y hay muchas, cerca de 26.000 piezas: material para navegar (brújulas, sondas, reglas, compás...), herramientas de carpintería, instrumental médico, armas, rosarios, barriles, instrumentos musicales (un tambor, violines, gaitas...), ropa, juegos, artículos de higiene personal, aparejos de pesca, libros, relojes, platos, jarras... También restos óseos de animales variados, unos de compañía y otros de la carne almacenada para la comida.

Una de las piezas clásicas rescatadas: la campana que marcaba los turnos a bordo (foto JAF)

En el interior del Mary Rose se encontraron bastantes esqueletos humanos: 185 soldados, 200 marineros y 30 artilleros, a una veintena de los cuales se les hizo una reconstrucción facial partiendo de los cráneos. Los resultados, combinados con los análisis dentales, indican, en opinión de los antropólogos, que buena parte de la tripulación no era inglesa sino probablemente del sur de Europa, lo que corrobora algunos testimonios recogidos en la época de que ante la escasez de hombres se contrataron marineros extranjeros y podría explicar, por aquello de la incomprensión lingüística, por qué realizaron maniobras poco acertadas. Teniendo en cuenta el contexto de alianzas, la nacionalidad de aquellos infortunados apunta sobre todo a España, aunque también podrían ser portugueses o italianos.

Espada de empuñadura redonda hallada bajo el castillo de popa y bien conservada al estar enterrada en sedimentos (Mary Rose Trust)

En fin, así fue, a grandes trazos, la historia de aquella nao transformada en carraca que había sido bautizada con una combinación del nombre de la hermana del rey, María, con el del emblema de la dinastía Tudor, la rosa. Un barco destinado a fortalecer la incipiente armada inglesa en una época en la que el mundo naval vivía una auténtica revolución pero que, en este caso, todavía  arrastraba flecos del anterior período medieval al incorporar a bordo un nutrido cuerpo de arqueros que se sumaban a los 78 cañones, posteriormente aumentados a 91 al dotarlo de enormes castillos a proa y popa prefigurando lo que serían en breve los primeros galeones de cuatro palos.

Se recuperaron 2.302 flechas enteras, la mayoría hechas de abedul o álamo, que los arqueros ingleses disparaban con sus típicos arcos largos de tejo, de los que a su vez se recuperaron 172 (Mary Rose Trust)

A la salida del museo me detuve en la cafetería para tomar un refrigerio, ya que llevaba toda la mañana inmerso entre obenques, botalones, velachos, gavias, vigotas, mesanas, cebaderas, manguerotes, vergas, cofas, gallardetes, masteleros, toldillas, estays, flechastes, juanetes, guindalezas, carronadas y demás. Contemplé la bocana del puerto, en cuyo fondo reposaban para siempre los restos mortales de cientos de hombres. Respiré profundamente.

Imagen Cabecera: el Mary Rose visto por artista Bill Bishop
Más información: Mary Rose Trust

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