Decía en los dos artículos anteriores (
I y
II) que la Basílica de la Santa Cruz acoge las tumbas de algunas grandes figuras de la cultura y las artes italianas. También que, curiosamente, un florentino como
Botticelli no reposaba allí y que, de hecho, ni siquiera hay obras suyas en ese templo.
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Tabernáculo de la Anunciación |
Pero toda una
pléyade de artistas sí han dejado su firma en algún rincón de la basílica, algunos de los cuales brillan con una luz especialmente potente. Es el caso del púlpito labrado en mármol de
Maiano que se ve en la nave central. O del Tabernáculo de la Anunciación que realizó
Donatello y se puede ver a continuación del sepulcro de Maquiavelo. O de la
Capilla Pazzi, ubicada al final del primer claustro y construida por
Brunelleschi (el mismo que hizo la emblemática cúpula de la catedral): es de planta cuadrada, cubierta con una bóveda circular apoyada en pechinas y con unas medidas que siguen la proporción áurea (foto de cabecera).
Otras capillas especiales son la
Bardi y la
Peruzzi, que están al lado del coro, pero no por su arquitectura sino por su decoración pictórica. Es obra de
Giotto (otro que falleció en Florencia pero le enterraron en la antigua Santa Reparata), que en una recurrió a la vida de San Francisco como tema y en la otra las de los dos juanes, el Bautista y el evangelista. No sé si Stendhal tendría oportunidad de verlas porque a principios del siglo XIX se cubrieron con cal, pero pese a los daños son una maravilla; no extraña que Dante situara en la
Divina comedia a Giotto por encima de su maestro Cimabue, aunque, todo hay que decirlo, hacía algo de trampa porque era amigo suyo.
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Los frescos de Giotto en las capillas Bardi y Peruzzi |
Y tampoco hay que olvidar la capilla que hizo
Michelozzo para el poderoso
Cosme de Médici, en cuya decoración colaboraron Donatello y Luca della Robbia. Nombres y más nombres del
Quattrocento y el
Cinquecento (y del barroco, y del neoclásico...) que podrían ser más aún si en el siglo XVI no se hubieran eliminado los frescos de las paredes de las naves para poner capillas en su lugar.
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Cúpula de la Capilla Pazzi, obra de Brunelleschi |
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El púlpito de Maiano |
No está del todo claro si el famoso
Síndrome de Stendhal, descrito en 1979 por la psiquiatra Graziella Magherini tras observar síntomas similares a los del escritor romántico en otros turistas que visitaban la ciudad, existe realmente o no; si esa turbación, ese vértigo que sintió el escritor ante la sobredosis de belleza de la Santa Croce, tiene entidad suficiente para ser considerada un trastorno psicosomático o hay más de leyenda que otra cosa. Confieso que la idea no se despegó de mí durante la visita y que, por una vez, me hubiera gustado marearme por una buena razón.
El caso es que cuando salí de nuevo a la plaza ya brillaba el sol y el bullicio normal se había apropiado del lugar. Recordé entonces que era allí donde el día de San Juan se celebraban los partidos de
Calcio storico, un deporte tradicional en el que cuatro equipos (uno por cada barrio histórico medieval) se enfrentan, en una
brutal combinación de fútbol, rugby y pelea, por ganar... un ternero blanco (y el inapreciable prestigio del triunfo, por supuesto). El evento se sigue celebrando con los veintisiete jugadores ataviados a la colorida antigua usanza y los servicios de urgencias atentos para atender los abundantes descalabros. A ver si era eso lo que realmente gustaba a Stendhal...
Fotos: Marta B.L.
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