SPQB y la fuente de la barcelonesa Plaza de España



La Exposición Internacional de 1929 supuso una auténtica revolución urbanística para Barcelona, tal cual lo había sido en 1888 la Universal. Si aquélla había transformado el Parque de la Ciudadela, al constituir su escenario principal, la del siglo XX repitió utilidad habilitando el entorno de Montjüic y dinamizando económicamente la zona. El recinto destinado a acoger el evento aún perdura con ese uso, con sus múltiples y variados equipamientos convertidos paralelamente en atractivos turísticos; de uno de ellos, la Fuente Mágica, ya hablé en una ocasión. Pero no se trató de la única que vio la luz entonces, nunca mejor dicho por cierto.
 
Y es que la entrada a ese recinto ferial se convirtió en la Plaza de España, una colosal glorieta de treinta y cuatro mil metros cuadrados (sólo la plaza homónima de Madrid la supera en tamaño) que hoy constituye un punto neurálgico del tráfico rodado barcelonés al confluir allí varias importantes vías. Los nombres de los arquitectos que participaron en ese proyecto son brillantes: el plan inicial fue de Ildefonso Cerdá, el hombre que había cambiado la imagen de la ciudad con la creación del barrio del Ensanche el siglo anterior, recogiendo el testigo el célebre Puig i Cadafalch en colaboración con Guillem Busquets para, al final, rematar los trabajos Antoni Dardier

La fuente de la Plaza de España asomando al fondo, entre las Torres Venecianas, en una vista desde Montjuic. En primer plano, la Fuente Mágica

El resultado fue un ágora de sabor clásico, rodeada parcialmente por una columnata barroca, varios hoteles y una modernista plaza de toros, la de Las Arenas, hoy reconvertida en centro comercial. A un lado estaba -y ahí sigue- la entrada monumental a la Feria, marcada por las dos Torres Venecianas, llamadas así porque son una réplica del campanile de la ciudad italiana. Entre tanto monumento casi pasa desapercibido el que se alza justo en el centro, quizá demasiado separado de la visión del curioso por los carriles de la calzada y la isleta de verde césped, hasta el punto de que para verla bien hay que meter zoom a la cámara o desafiar al riesgo acercándose entre regates maradonianos a los coches.

Las Torres Venecianas
 
Es otra fuente, ésta diseñada por José María Jujol (colaborador habitual de Gaudí) y decorada escultóricamente por Miguel Blay y los hermanos Miquel y Llucía Oslet, a los que se unió Frederic Llobet firmando el pebetero de bronce con  victorias que corona la obra. En una pileta trilobulada, de la que brotan varios surtidores, una base de piedra sostiene un espigado arco de triunfo ciego al que flanquean tres columnas corintias, mientras varias estatuas decoran sus lados formando un conjunto ecléctico pero muy vistoso.

Temáticamente hace honor al nombre de la plaza y obedecía a la sugerencia de Miguel Primo de Rivera -cuya dictadura terminó a la vez que la propia Exposición- de hacer un monumento a la Raza hispana. Por tanto, es una visión alegórica de España, representando los principales ríos que desembocan en los tres mares que rodean la Península Ibérica (Ebro, Guadalquivir, Tajo...), así como símbolos de los bienes que traen las aguas (Abundancia, Salud Pública y Navegación), más una serie de figuras que encarnan la Religión, el Heroísmo y las Artes. 

Es especialmente curiosa la placa con el acrónimo SPQB, que en latín significa Senatus Populusque Barcinonensis (Senado y Pueblo de Barcelona) y es una referencia a la que mandó poner a la entrada de la capilla del Ayuntamiento el Consell de Cent siglos atrás, recordando su origen clásico (las siglas de la antigua república de Roma eran SPQR, Senatus Populusque Romanus).

Foto cabecera: Enfo en Wikimedia
Resto fotos: JAF y Marta B.L.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
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