Volubilis



Aunque hoy se llama Mauritania a un país del África atlántica, encajado entre el océano al oeste, Mali al este, Senegal al sur y el Sahara occidental al norte, históricamente ese nombre sirvió para designar al reino norteafricano de los mauri (los amazigh, para ser más científicos), relacionado con el de Numidia por su origen púnico y que el emperador Claudio terminó incorporando al Imperio Romano en el año 44 d.C. Entonces, quedó dividido en dos provincias: la Mauritania Caesariensis, en la actual Argelia, y la Mauritania Tingitana, en Marruecos, ambas separadas por el río Muluya. Vamos a quedarnos hoy con la segunda, que tenía su capital en Tingi (lo que acabó por convertirse en Tánger).

La historia de la Tingitana es muy interesante por sus implicaciones a la larga, ya que dependía económicamente de la Bética hasta el punto de que se la conocía también como Hispania Transfretana (o sea, la del otro lado del Estrecho), quedando incluida en la Diocesis Hispaniarum en tiempos de Diocleciano. Por tanto, constituía el recurso histórico perfecto para defender la vinculación inveterada de esa región con nuestro país y el mantenimiento del protectorado colonial posterior.

Reconstrucción de Volubilis

Aparte de la citada Tingi había otras dos poblaciones importantes en la Tingitana. Una era Rusadir, una urbe nacida de una factoría fenicia que fue el germen de la Melilla actual. La otra,  Volubilis, era un asentamiento cartaginés (presumiblemente ya habitado desde el Neolítico), luego romanizado, que no consiguió sobrevivir como ciudad habitada porque empezó a decaer al abandonarla Diocleciano y, en el siglo XVIII, el sultán Muley Ismail la medio desmanteló llevándose sus materiales de construcción para construir Mequinez, a una treintena de kilómetros. Por eso las ruinas presentan un aspecto pobre dentro de su grandeza, sin mármoles y con la piedra vista.


Elementos típicos de una ciudad romana: arco de triunfo y basílica

Aún así, los restos de Volubilis ocupan cuarenta hectáreas -aunque sólo se ha excavado la mitad desde 1915- y son uno de los mejores ejemplos que quedan de una antigua ciudad romana, con los dos ejes transversales perfectamente reconocibles (cardus y decumanus) y una serie de monumentos que muestran su idiosincrasia romana: un arco triunfal erigido por Caracalla, un foro de mil trescientos metros cuadrados, un templo dedicado a Júpiter, unas termas del período Flavio (con letrinas anexas) y una basílica parecida a la de Leptis Magna, aparte de viviendas y comercios de los que son testimonio sus atrios, columnas, mosaicos y demás elementos.


El color aparece mágicamente en un mosaico al quitarle el polvo con un poco de agua

De ese último conjunto hay que destacar la Casa de Efebo (donde se encontró la estatua de un efebo, obviamente), la de Orfeo  (por el tema del mosaico que decora el triclinio) y la de Venus (la más grande y rica, en la que aparecieron unos bustos cuya identidad se atribuye a Juba II y Catón).

El patio-estanque de una vivienda

El hipocausto de unas termas

El guía de Volubilis, un tipo muy simpático casado con una española, seguramente ofrecerá un miniespectáculo para los visitantes, mostrando cómo, con sólo echarle un poco de agua por encima, un mosaico pasa de tener un tono neblinoso y apagado a cobrar un intenso colorido, como si de pronto cobrase vida. Algo parecido hará con un altorrelieve fálico que indicaba la evidente ubicación de un prostíbulo.

Altorrelieve fálico que indicaba la ubicación de un prostíbulo

El trazado de las calles se adaptó a la irregularidad del terreno y el agua se suministraba mediante un acueducto que la recogía de un manantial (no faltaba un eficaz alcantarillado que desaguaba en un wadi). Su deterioro por falta de mantenimiento fue una de las causas del abandono del casco urbano, pues la gente se empezó a establecer más cerca de dicho manantial y levantó un nuevo muro para separarse de la zona antigua, que quedó destinada a cementerio. Aunque hubo un efímero resurgir en el año 789 de la mano de Idris I, que estableció allí su capital, luego llegó el ocaso definitivo, agravado por el famoso terremoto de 1755, el mismo que originó aquel maremoto que arrasó Lisboa y que en Volubilis derribó buena parte de lo que aún quedaba en pie.



Y, pese a todo, ese complejo arqueológico sigue siendo tan espectacular que forma parte del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1997...

Fotos: Marta B.L y JAF

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