El fantasma de Budicca en King's Cross


Londres está lleno de lugares curiosos que destilan enigmas y misterios. Uno de ellos es la leyenda que relaciona a la reina Budicca con la estación de King's Cross, por donde deambula, cuentan, su fantasma.

También conocida como Boadicea por un error de transcripción en la época Tudor, era la esposa del rey de los icenos, que habitaban lo que hoy es el condado de Norfolk. Prasugatus, se llamaba el monarca, que mantenía una alianza con los invasores romanos beneficiándose de préstamos que éstos le concedían. A su muerte, careciendo de hijos varones, legó el trono a sus dos hijas pero asociadas al emperador Nerón -era una costumbre de la época para garantizar la independencia-; sólo que el rígido patriarcado romano y la oportunidad de hacerse con un botín llevaron a Roma a realizar una anexión con la excusa de que la viuda de Prasugatus no podía devolver los créditos (sí, el tema es ya muy antiguo). Los pueblos icenos fueron saqueados para satisfacer la deuda y Boudica humillada públicamente.

Fue la chispa que prendió el fuego de la rebelión. La nueva reina consiguió unir a los icenos con sus vecinos trinovantes (de Essex) y, encabezando un gigantesco ejército, cayó sobre Camulodunum (Colchester) arrasándolo. La Legio IX Hispana que se envió para socorrer la ciudad fue derrotada y tuvo que retirarse maltrecha. Después los britanos asaltaron e incendiarion Londinium (Londres) y Verulamium; del terrible fuego que calcinó la actual capital de Inglaterra se puede ver hoy un fino y negro estrato en el London Museum.

Como cabía esperar, los romanos se reorganizaron y, tal como cuentan Tácito y Dión Casio, presentaron batalla en un lugar aún no concretado pero que se cree que estaba en el actual Battle Bridge, justo tras la estación de King's Cross (según otra versión fue a medio camino de Wroxeter). El ejército britano quintuplicaba en número a las dos legiones reunidas pero el gobernador Cayo Suetonio Paulino supo elegir un perfecto campo de batalla en el que un desfiladero boscoso impedía al enemigo aprovechar su superioridad. Con las cohortes desplegadas en rombo en vez de en cuadro, formando un frente dentado, dos líneas en fondo se relevaban cada pocos minutos para poder descansar.

La imagen de los guerreros britanos pintados de azul, gritando en pleno éxtasis bélico y dirigidos desde un carro por Budicca en persona con su cabellera pelirroja ondeando al viento, debió de ser impresionante... pero insuficiente para imponerse a la mejor máquina militar de esos tiempos. Los temibles pilum frenaron la acometida enemiga y luego una inexorable carga de los legionarios provocó su desbandada, en la que murieron miles de britanos, unos por la espada pero otros muchos por aplastamiento de los que huían: sobre todo mujeres, ancianos y niños que veían el combate desde la retaguardia confiada e ingenuamente.

Nadie sabe el final de Budicca, pues una versión dice que enfermó y murió mientras que otra cuenta que se suicidó para evitar caer prisionera. Tampoco qué fue de su cadáver: Primrose Hill (Londres) y Deadquenesmore (en Northamptonshire) son algunos de sus supuestos enterramientos. Pero el más fascinante es el que sitúa el sepulcro bajo el andén número 10 de la citada estación de  King's Cross. Lástima que no sea en Victoria Station para redondear el círculo; al fin y al cabo Budicca era el nombre céltico equivalente a Victoria.

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