Remando en el Estanque Grande del Retiro (y II)
En el artículo anterior vimos el origen y evolución del Estanque Grande del Buen Retiro. Y como la teoría conviene llevarla a la praxis, ya van un par de veces que vamos a remar en él, sin importar las colas y el sol implacable, emulando lo que en otros tiempos hacían reyes y Grandes de España.
Para cuando se celebró la última naumaquia documentada de España, la de Valencia de 1755 que contaba en el otro post, Carlos III ya había abierto parcialmente al público el parque del Buen Retiro, poniendo como límite la orilla del estanque. Las tropas napoleónicas que ocuparon Madrid unas décadas más tarde no se anduvieron con tantos remilgos y dañaron considerablemente ese entorno, que tuvo que ser restaurado en tiempos de Fernando VII con añadidos románticos propios del momento: un Embarcadero Real y una Fuente Egipcia, además de protegerse las norias bajo cobertizos. Isabel II fue la primera en permitir que la gente pudiera navegar; era el año 1867 y además se levantaron aguaduchos en los alrededores, dándoles un carácter público que se refrendo tras la revolución del año siguiente, en que todo el parque pasó a ser propiedad municipal.
El Monumento a Alfonso XII |
Hernán, por supuesto, exigió ponerse a los remos. Cosa difícil porque ni sus infantes bracitos alcanzaban a cogerlos simultáneamente, ni tenían fuerza para sostenerlos, ni los pies llegaban a apoyarse en el suelo para ayudarse en el impulso. Así que le cedí el remo izquierdo, haciéndole colocarse de pie a mi lado y echándole una mano disimuladamente. Desde luego, no sacaríamos medalla olímpica pero su ilusión quedó satisfecha y no repetimos el grandioso espectáculo de años atrás, cuando fue Marta quien se puso a ciar y consiguió que el bote se moviera en círculos perfectos, uno tras otro, como si en vez de remos estuviera manejando un compás.
Hablando de Juegos Olímpicos, estaba previsto que el estanque acogiera las competiciones de voley-playa si le hubieran concedido a Madrid los de 2020 -los del relaxing cup of café con leche-, previa desecación y relleno de arena porque ya se sabe que allí no hay playa, vaya, vaya. Sería cosa de ver el proceso, ya que el volumen de agua del estanque ronda nada menos que 55.000 metros cúbicos... y vaya usted a saber qué secretos se ocultan bajo la superficie. Cuando vaciaron el estanque en 2001 para repararlo (tenía una fuga de 5.000 litros diarios), se sacó del fondo material suficiente para montar un mercadillo: barcas, mesas, sillas, contenedores, móviles, vallas... hasta una caja fuerte que podría constituir el fascinante punto de partida de una novela negra.
Tres cuartos de hora después de zarpar regresamos al muelle, dando por buenos los ocho euros (por semana son seis) pagados para sudar la gota gorda bajo el sol. La dura vida del turista.
Imagen de cabecera: Hernán poniendo cara de capitán Blight.
Fotos: Marta BL y JAF.
Fotos: Marta BL y JAF.
Comentarios