El tormento y el éxtasis
En el último post contaba una aventurilla gastronómico-alucinante por tierras de Portugal . Continuemos donde lo habíamos dejado. Era ya noche cerrada cuando llegamos a Fátima . Aún así, tras instalarnos en el hotel decidimos dar una vuelta antes de irnos a dormir porque, según el recepcionista, el santuario no estaba lejos. Media hora después de ponernos en marcha empezamos a plantearnos qué concepto del tiempo y la distancia tenía aquel tipo: estábamos en una especie de parque en medio de la nada y lo único que habíamos encontrado era un perro solitario empeñado en darnos escolta; nada nuevo por otra parte, pues todos los pueblos del país tienen su can vagabundo, que a menudo suele echarse a dormir ante las puertas de las iglesias. Y esto era lo que nos animaba, que quizá el chucho buscaba también el santuario para echar un sueño. Pero fiándose, como hacía, de nosotros, cabe suponer que acabaría convirtiéndose en un noctámbulo. Incluso tenía algo de fantasmal, pues no ladraba,...