Puteoli (Pozzuoli), el balneario medieval napolitano

 


No todo se reduce a Pompeya, Herculano y Capri en Nápoles. Estas ilustraciones del siglo XV muestran algo realmente curioso: unos bañistas en la playa de Puteoli, actual Pozzuoli (un municipio metropolitano napolitano) cuyo nombre significa algo así como "pocitos" ¿Por qué? Porque en su entorno, a una decena escasa de kilómetros de la gran ciudad, se ubican los Campos Flégreos.

Pozzuoli y los Campos Flégreos a vista de satélite (Wikimedia Commons)

 

Así es como se conoce a una caldera vocánica situada en Campania y constituida por veinticuatro cráteres y conos, algunos de los cuales son accesibles a pie mientras que otros se hallan sumergidos bajo el mar o anegados, formando estanques de barro hirviente o lagos como el Averno (donde Virgilio, en la Eneida, situaba la entrada al Infierno) o el Lucrino (donde Plinio el Viejo sitúa su leyenda del delfín muerto de tristeza ante el óbito de un niño del que se había hecho amigo). 

El Balneum Tripergulae, ubicado en el lago Averno, trataba trastornos estomacales y mentales. Quedó destruido en la erupción de 1538. Ilustración del Códice Angélico (Wikimedia Commons)

 

Originados en su estado actual en un período entre ocho mil y quinientos años atrás, los Campos Flégreos se caracterizan por las fumarolas y solfataras que emiten, así como por las aguas termales que brotan calientes del subsuelo y la abundancia de puzolana, un mineral silíceo blancuzco que los antiguos romanos empleaban para fabricar cemento y que siguió utilizándose para ello hasta el siglo XIX.

Fumarolas en el cráter Solfatara (Wikimedia Commons)

 

De hecho, ya en tiempos romanos se construyeron allí muchas villas de recreo, tal como reflejan en sus escritos autores como Horacio, Séneca, Plinio y Cicerón. La ciudad de Bayas, sumergida entre el Cabo Miseno y Pozzuoli, acogió las villas de, entre otros, los integrantes del Primer Triunvirato: Julio César, Pompeyo y Craso. Posteriormente, también tuvieron residencias allí Augusto, Calígula e incluso Carlos V. No ha de resultar tan extraño, pues, que en la Edad Media se aprovecharan las cualidades curativas que proporcionan las aguas sulfurosas, que se suponían capaces de favorecer la fertilidad, sanar enfermedades y mejorar las fiebres.

El Balneum Culmae en una página del Códice Angélico (Wikimedia Commons)

 

De ello dan fe las ilustraciones adjuntas, que corresponden a copias de un manuscrito de finales del siglo XII-principios del XIII titulado De balneis Puteolanis (Los baños de Pozzuoli). Se trata de un poema didáctico, en treinta y cinco epigramas, que también se conoce como De balneis terrae laboris y cuya autoría se atribuye sobre todo a Pietro da Eboli, debido a que el ejemplar del libro que conserva la Burgerbibliotek de Berna está firmado por él. Posiblemente monje (se le suele representar tonsurado), era poeta y quizá médico de la corte del rey de Sicilia Enrique VI (quien además ostentaba la corona del Sacro Imperio Romano). 

El Balneum Sulphatara se usaba contra la esterilidad femenina. Códice Angélico (Wikimedia Commons)

 

Otros, en cambio, opinan que el autor más probable es el médico Alcadino di Siracusa, que al igual que Pedro de Éboli aprendió en la célebre Escuela Salernitana y también estaba al servicio imperial, primero con Enrique VI y luego con su hijo, Federico II Hohenstaufen, a quien habría dedicado los versos de De balneis Puteolanis describiendo el sitio, ensalzando las virtudes de sus baños y hasta relatando casos concretos de pacientes.

El Balneum Sudatorium, también llamado Estufa de San Germán, era una sauna. Códice Angélico (Wikimedia Commons)
 

En cualquier caso, la obra es una guía de la treintena de baños termales que había en el entorno del mencionado supervolcán, que allí se conoce como Campi Flegrei. En la Campania de aquella época constituían un importante nicho económico, hasta el punto de generar rivalidad entre las distintas localidades de la región. Así fue al menos hasta el año 1538, en que una erupción destruyó la caldera, sumergiéndola en el Golfo de Pozzuoli.

Ruinas del antiguo mercado romano y el Macellum (Norbert Nagel en Wikimedia Commons)

Con ella se acabó buena parte del negocio, que hoy revive en su versión turística, atrayendo visitas no sólo por su singularidad geológica sino también por el patrimonio monumental que atesora: el Foro romano, el Macellum (templo de Serapis), el anfiteatro Flavio (tercero en tamaño del mundo), el santuario de San Gennaro (donde se licúa la sangre del santo), la gruta de la Sibila de Cumas (cuyas profecías recopiló el rey Tarquinio el Soberbio en los Libros Sibilinos, que los romanos consultaban cuando vivían un acontecimiento especial), etc. 

Entrada a la Cueva de la Sibila de Cumas (Cimmino G en Wikimedia Commons)
 

De balneis Puteolanis, que se considera la primera reseña escrita del uso terapéutico de los baños termales en el ámbito académico, fue un éxito: se tradujo a multitud de idiomas y tuvo una docena de ediciones impresas entre 1457 a 1607, aunque curiosamente las que han sobrevivido son las veintisiete manuscritas, ilustradas artesanalmente en estilo gótico tardío italiano, como las adjuntas. La más antigua se conserva en la Biblioteca Angélica de Roma, de ahí que se conozca como Códice Angélico.

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