El criptograma de la Sagrada Familia


Es posible que alguien haya visitado la Sagrada Familia de Barcelona y en la tienda de recuerdos encontrase un curioso colgante de plata (o bien un llavero) con la forma de un cuadrado lleno de números. Corresponde a uno de los innumerables motivos decorativos que hay en el templo, en concreto en la fachada de la Pasión. Esta zona fue decorada en 1987 por el escultor Josep María Subirachs siguiendo los planos levemente abocetados de Gaudí, que tenía la costumbre de no realizarlos con demasiado detalle. El trabajo de Subirachs presenta varias estatuas angulosas recreando diversas escenas de la Pasión de Cristo, desde la flagelación a la crucifixión pasando por el lanzazo de Longinos, por ejemplo. Pero hay que fijarse especialmente en el Beso de Judas

Al lado de esta estatua, en la pared (también en la puerta de bronce , aunque más pequeño) hay un cuadrado mágico: un criptograma de orden cuatro, es decir, formado por 4 filas y 4 columnas con un total de 16 números. Con ellos se pueden hacer hasta 316 combinaciones diferentes y todas sumarán 33, la edad de Cristo cuando murió (la teoría de que representan los grados de la masonería es  buscarle tres pies al gato). La suma de las cifras de sus vértices, por ejemplo, da 33. Es más, en el cuadrado sólo se repiten dos guarismos, el 10 y el 14 que, sumados, dan 48... lo que coincide con el resultado de sumar matemáticamente la palabra INRI en el abecedario latino: 9 + 13 + 17 + 9= 48. Siempre y cuando se tenga en cuenta que en latín no existían las letras J, LL, Ñ, U ni W.

El recurso artístico a los criptogramas no es nuevo. Existen desde la Antigüedad, cuando se utilizaban para la astrología, y hay uno muy famoso plasmado por Alberto Durero en un grabado titulado La melancolía, del que guarda una copia la Bibliothèque Nationale de France, en París, y otra el Germanische National Museum de Nüremberg, que es considerado el primero del arte europeo. Puede verse en la esquina superior derecha de la imagen, justo bajo la campana. También es de orden cuatro pero sus cifras suman 34. Su gracia estriba en que los dos números centrales de la última fila son el 15 y el 14: si se escriben seguidos dan 1514, que es año en que Durero hizo esa obra.

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