Esperpentos II: las chilabas



Había prometido contar otra anécdota de ésas en las que los turistas hacemos el rídiculo ante la gente de otros países y lo prometido es deuda. La de hoy ocurrió en Egipto, durante el clásico crucero por el Nilo. Viajando a bordo del Nile Crown, tarde o temprano es inevitable encontrarse en el hall un anuncio terrible: "ESTA NOCHE, FIESTA DE CHILABAS". Como si de una fórmula mágica se tratara, todo el pasaje se lanzó a buscar como loco la dichosa prenda para poder asistir. En realidad tampoco había que ir muy lejos porque en la tienda del barco podía comprarse, que en esos sitios se saca dinero de todas partes, pero en fin... El caso es que al acabar las excursiones todos volvieron satisfechos con su chilaba y, tras cenar, acudimos a la celebración convenientemente ataviados; algunos incluso se pusieron un turbante para terminar de parecer escapados de una película del Gordo y el Flaco (es cosa de ver a un tipo vestido de esa guisa pero con trenzas rastafari asomando). Digo con orgullo que yo no me puse la chilaba, aunque habrá quien piense que lo mío fue peor porque me presenté con un fez rojo en la cabeza. Todavía recuerdo la cara del vendedor en el momento en que me lo probaba;me pareció atisbar en él cierta cara de cachondeo, cosa que corroboré cuando se puso firme y me hizo un saludo militar.

En fin, volvamos al tema. Las chilabas de aquella noche fueron de todos los aspectos imaginables pero con el común denominador de ser lo más chillonas posibles. Uno nunca se hubiera podido imaginar tanta variedad, pues no había dos iguales entre el centenar de participantes en la fiesta. Las había con arabescos y dibujos estampados, con borlas y sin ellas, de manga larga o corta, de gran escote frontal o cerradas hasta el cuello. Común denominador de todas eran los bordados dorados... y todos los colores posibles.


Boris Karloff, habitual de este blog, siempre está listo para una fiesta de chilabas. ¡La suya es de verdad y también lleva fez!

Lo irónico es que, imagino, la mayor parte de ellas están ahora en lo más profundo de un cajón, olvidadas para siempre. Sin embargo algunos las usaron el resto del viaje y ahí se produjo la anécdota. Un par de días después de la ridícula fiesta, abandonamos el Nilo y volamos hasta la península del Sinaí. El plan era subir esa noche al monte donde a Moisés se le cayó una de las Tablas de la Ley rebajando los quince Mandamientos a sólo diez, según Mel Brooks. Pero cuando el nuevo guía nos vio llegar a la cena con las chilabas puestas le dio un ataque de risa incontenible, histérica, estentórea. Paraba un par de segundos, nos miraba y empezaba otra vez a carcajearse. Al fin se recompuso y preguntó secándose las lágrimas de los ojos:

-Pero ¿dónde habéis comprado esas chilabas? A ningún egipcio se le ocurre ponerse eso.

Todos miraban la suya sorprendidos sin entender dónde estaba el problema, ya que habían elegido la más espectacular de la tienda. Así que al guía se le escapaba de nuevo la risa y ya le brotaban lágrimas de los ojos. Al final la explicación era sencilla; si uno es un poco observador podrá comprobar que aunque muchos egipcios usan chilaba, ésta nunca lleva bordados ni zarandajas, sino que se trata de una sobria prenda, casi siempre de discreto color gris, que llega recta hasta los tobillos. Algunas van cerradas hasta el cuello y otras no, pueden tener un bolsillo como el de las camisas o ser lisas. Pero las polícromas chilabas llenas de adornos que compran los turistas sólo son usadas por éstos y, si acaso, por alguna egipcia atrevida y posmoderna.

¿Serán los cruceros por el Nilo concursos de drag queens encubiertos?


Fotos: 
-Fiesta en el Nile Crown II, por JAF
-Boris Karloff en La momia (Universal Pictures)

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