El Hada Verde de Praga


Hay en Praga un hada verde, omnipresente y bien visible, que se ha convertido en uno de los atractivos turísticos más peculiares y característicos de la ciudad. Un hada juguetona que incita a compartir con ella momentos especiales, que seduce y se exhibe, que se vuelve fuego y se funde con uno transmitiéndole su apasionado calor, algo meloso, mezclando gusto y visión en una extraña e intensa combinación de furor y dulzura, de fantasía y color. Paradójicamente, ese hada también tiene un lado oscuro, por lo que suele ser descrita asimismo como diablo; se supone que cuando resulta excesiva y termina por dejar en el recuerdo, tanto físico como mental, una huella incómoda. En fin, el hada tiene nombre propio y se llama absenta.

Aunque se la identifique con el referido ser imaginario, por razones que enseguida veremos, la absenta es una bebida. Alcohólica. Mucho. En torno a un 68% de graduación, lo que obliga a consumirla previa dilución con agua, endulzamiento con azúcar e incluso combustión ígnea. Contiene hinojo y anís -algo que se nota en su sabor-, si bien su ingrediente más importante es el ajenjo, hierba cuyo nombre científico, Artemisia abshintium, deriva del latín y significa "no potable"; lo cual parece bastante sintomático de la experiencia poco común que le espera al consumidor. 



El colorante y la clorofila le proporcionan el inconfundible color verde intenso que inspira cierta apariencia fantástica, pero también hay algunos tipos de absenta que presentan tonos diferentes, como la Bleu o la Blanche. De hecho, la destilación da lugar a un líquido incoloro, algo lógico teniendo en cuenta que, en ese primer momento, el contenido de alcohol ronda el 82%. Una botella de eso sería igual que las que se compran en farmacia, de ahí que el producto se rebaje con agua, pero el resultado final suele estar entre 55 y 80 grados, con alguna variedad algo más suave (45%) o, por contra, extrema (90%). Se supone que la más exquisita es la llamada Suisse, que tiene entre un 65 y un 72%; hay otras cuatro: Ordinaire, Demi-fine, Fine  y Supérieure.


Praga está llena de absenterías. Montones de ellas. Son locales, generalmente pequeños y decorados con iconografía decimonónica, en los que el rótulo verde indica claramente su especialidad al cliente potencial, ya que trabajan esa bebida exclusivamente o, en todo caso, productos derivados, como pasteles y helados de absenta o incluso la combinación de esa bebida con café. Esa exclusividad se basa en el curioso ritual con se sirve: en un vaso en el que luego se vierte agua a través de una cuchara perforada, sobre la que se colocado previamente un terrón de azúcar. La primera diluye parte del alcohol (son entre 3 y 5 partes de agua por una de absenta) y el segundo elimina el amargor del ajenjo durante el proceso llamado louché, en el que el aspecto de la absenta se vuelve turbio. Como decía antes, otra posibilidad es quemar el terrón, para caramelizarlo, antes de echar el agua. 

Pasos del ritual de preparación de la absenta


Alternativa: quemar el azúcar para caramelizarlo

Lo de la decoración alusiva al siglo XIX -a veces Belle Epoque- no es más que el recuerdo romántico de la edad de oro de la absenta, cuando la consumían artistas de todas las disciplinas -pintores, poetas, novelistas...-, especialmente en la Francia del impresionismo, presuntamente como forma de lograr la inspiración. ¿Por qué? Por el contenido de tujona que tiene el aceite de ajenjo, que en altas dosis provoca efectos alucinógenos, de ahí la prohibición de la producción de absenta en 1915 o la limitación actual en cuanto a la cantidad de tujonas admitida en su elaboración.

La absenta según Degas y Manet


Con tujonas o sin ellas, y reconociendo la gracia de su ritual, he de decir que el sabor de la absenta me recuerda demasiado a una mezcla de anís y regaliz que, personalmente, me resulta ligeramente asqueroso. Dado que, además, quebré un par de vasos al intentar quemar el azúcar torpemente, habrá que convenir que mi experiencia con el Hada Verde fue un tanto frustrante. La bohemia, mejor en la República Checa, valga el juego de palabras.

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