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La histórica villa navarra de Roncesvalles

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  Si en el artículo anterior explicaba que durante unas vacaciones en Navarra es aconsejable reservar algún día para acercarse a la Cueva de las Brujas de Zugarramurdi y sus alrededores, especialmente si se es aficionado a la Historia, en éste voy a insistir en lo mismo recomendando un sitio de dimensiones igual de míticas o más: Roncesvalles. Merece la pena el esfuerzo de sortear curvas y más curvas, lluvias impenitentes y brumas pertinaces para llegar a esa minúscula villa que apenas tiene una veintena de habitantes y son los foráneos quienes parecen aportar vida al lugar, entre peregrinos y turistas. Maqueta de Roncesvalles expuesta en el museo local Los primeros llevan siglos pasando por allí. Concretamente desde que en el año 837 d.C. se descubriera en Compostela el presunto sepulcro del apóstol Santiago y Roncesvalles pasara a ser un alto en la consiguiente Ruta Jacobea, concretamente del Camino Francés, que atravesaba los Pirineos.  No se trataba de algo nuevo, puesto q...

Una visita a la Cueva de las Brujas de Zugarramurdi

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  Érase una vez un inquisidor de naturaleza escéptica que desconfiaba de la creencia en la brujería y que fue enviado por el Consejo de la Suprema Inquisición a instancias del obispo de Pamplona, tan receloso del tema como él, a investigar un extraño caso que estaba ocurriendo en varias comarcas del norte de Navarra. Un comisario y dos inquisidores pertenecientes al Tribunal de Logroño habían abierto un proceso varias personas, acusadas de brujas por una vecina que aseguraba haber participado en aquelarres. Otras que acudieron a la ciudad para testificar a su favor acabaron asimismo tras las rejas y, al cabo de varios meses, el número de inculpadas (e inculpados, que, frente a lo que suele pensarse, los archivos demuestran que también hubo muchos procesos por brujería masculina en la época) sumaba tres centenares. Cuando empecé a preparar mi viaje a Navarra tenía claro que ante todo y por encima de todo -y al final hubo bastante- tenía que acercarme hasta Zugarramurdi, a ver la fam...

La capilla mudéjar de la iglesia cordobesa de San Bartolomé

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  Ya es un axioma personal que cualquier viaje que haga a Andalucía coincida con una meteorología adversa o peor, pésima y hasta demoníaca, más digna de esa siniestra Transilvania draculiana que tenemos arraigada en nuestra mente por culpa de las películas de Hollywood que de la imagen tópica y tópica de esa región que Góngora llamaba "flor de España" y Pemán "señora de tanta hidalguía". Tuve un frío casi nival en Granada y Sevilla , de igual modo que me tocó cargar conr paraguas en Málaga y Córdoba en dura pugna con el viento que intentaba desarbolarlo. Por supuesto, se me puede achacar que mis visitas suelen ser en invierno para regatear al implacable calor estival, que podría inlcuso ser peor, pero parece que no haya forma de encontrar un término medio.  Eso sí, dicen que cuando una puerta se cierra otra se abre y, a veces, la lluvia se encarga de esa segunda labor, descubriéndote lugares que, de otro modo, quizá pasarían inadvertidos. Es lo que me pasó con la ca...

La extraña playa de Cofete (II): cementerio, submarinos y una falsa mansión nazi...

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    La primera impresión que tuve de la playa de Barlovento, en Cofete, de la que ya hablé en el artículo anterior , fue un recuerdo cinematográfico: el de la costa de la isla Skull, a la que arribaba la tripulación del barco petrolero en la película King Kong (la de Jerssica Lange de 1976, que fue en la que descubrí la historia del gorila gigante). Puede ser una rememoración distorsionada, claro, y habría que revisar el film para ver si realmente son paisajes parecidos o me traicionan los años; pero, bueno, fue la imagen que me vino cuando contemplé aquel inmenso arenal canario que se perdía de vista -más de una docena de kilómetros desde el islote de las Siete Viudas al roque del Morro-, envuelto en una niebla arcana y batido por un pertinaz fuerte viento; sí, Fuerteventura es un nombre atinado. La playa de Cofete entre la bruma matinal. A lo lejos se vislumbra la Villa Winter   Pero, aunque estaría bien, allí no hay tribus salvajes ni ningún primate gigante; de hecho,...