Meteora



A veces, una película puede hacer más por promocionar un destino que mil campañas publicitarias. Y, en ese sentido, los filmes de la saga de James Bond siempre han jugado un papel especial, habida cuenta de que en cada uno sale siempre un puñado de escenarios diferentes de todo el planeta. No voy a decir que, a lo largo de su azarosa y rocambolesca vida (vidas, si tenemos en cuenta que se reencarna en un actor diferente cada equis tiempo), el agente 007 haya pisado ya todos y cada uno de los rincones con potencial turístico que existen porque la Tierra es muy grande y cada año siguen localizándose sus aventuras en nuevos sitios. Ahora bien, hay algunos que, por su vistosidad, ya forman parte del pódium de honor bondiano. Entre ellos Meteora, en Grecia.

En efecto, contemplar a Roger Moore escalando aquella pared de piedra desnuda y peleando con un esbirro al que se le auguraba indefectiblemente una inminente caída al vacío, constituyó una visión especial para mucha gente que acudió a las salas en 1981, cuando se estrenó Sólo para sus ojos. Fue el descubrimiento de un paraje formidable en una época pre-Internet en la que había que recurrir a los libros, el cine o la televisión para saber qué maravillas aguardaban ahí fuera. El hecho de que encima del farallón hubiera un monasterio no hacía sino incrementar la fascinación por aquel lugar. Entonces no se sabía tanto, pero el hecho es que no se trataba -se trata- de algo aislado sino de un conjunto de afloramientos pétreos, cada uno con su correspondiente cenobio.
 

Esas raras formaciones rocosas que, según la tradición, fueron"enviadas por el Cielo a la Tierra" (de ahí el nombre, pues Meteora significa cuerpo caído del cielo) para poder aislarse en la oración, en realidad tienen un origen geológico ligado al antiguo río Peneo, que discurría por la región hace millones de años y que terminó desembocando en el mar Egeo, dejando tras de sí un terreno profundamente erosionado que, en combinación con su hundimiento por los terremotos, dejó como legado ese paisaje tan singular que rompe la llanura predominante de la región griega de Tesalia.

La vecina localidad de Kastraki y la llanura tesalia vistas desde el Gran Meteoro. A la derecha Bond, James Bond.

Dado que las paredes están horadadas por docenas de grietas, oquedades y cuevas, muy visibles desde la vecina ciudad de Kalambaka (antigua Eginion, que está a sólo cinco kilómetros), los ermitaños empezaron a instalarse allí en el siglo XI. Pero sería entre el XIV y el XVI cuando las comunidades monásticas se asentaron en lo alto de los riscos, huyendo de las incursiones otomanas. La leyenda, digna de una película de serie Z, cuenta que usaban cometas para subir pero la verdad es más prosaica. 
 
En un primer momento, los eremitas se reunían para asistir a misa en la iglesia de Santa María de la fuente de la Vida, todavía en pie. Después llegó al lugar un monje basiliano procedente del monte Athos, donde también hay monasterios similares. Se trataba de Atanasio Koinovitis, a la postre fundador de la primera orden establecida en Meteora, la de la Gran Laura, cuyas reglas sirvieron de modelo a todas las demás. El lugar elegido fue un picacho conocido como Roca ancha.

Los tres tipos de acceso a los monasterios: arriba a la izquierda, en el balcón, la red movida por una polea ha quedado descartada en favor de la escalinata con túnel que vemos abajo, en la roca sobre la que se asienta la torre; en la foto de la derecha aún se ve colgando la primitiva escalera de madera.

Desde luego, esas alturas parecían adecuadas para librarse, siquiera parcialmente, de la incómoda presencia turca gracias a los stylos (columnas) naturales y la inaccesibilidad desde abajo; de hecho, los peldaños tallados en la roca son posteriores, de los años veinte del pasado siglo, y antes, para ascender, se usaba una escalera de madera, una cesta o una red, estas dos últimas tiradas por poleas; alguno de los monasterios las conserva todavía para subir suministros. Definitivamente, era más divertido lo de las cometas. 
 
No obstante, ello no impidió que los otomanos asaltaran los cenobios un par de veces. La última, en fecha tan cercana como el siglo XIX, en el que algunos monasterios fueron bombardeados porque sus monjes eran los cerebros del movimiento independista griego. Lo mismo pasaría en la Segunda Guerra Mundial, cuando los alemanes destruyeron otros porque sus ocupantes escondían a los miembros de la resistencia.

En el monasterio de San Nicolás sólo queda un monje

Hasta veinticuatro comunidades ortodoxas llegó a haber, aunque actualmente sólo quedan seis y únicamente tres son visitables de forma simultánea, turnándose para abrir sus puertas al público. El más pequeño es el de San Nicolás, donde actualmente vive un único y solitario monje; pero, aunque de esa modesta forma, es parte del conjunto de Meteora catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO desde 1988.


El Gran Meteoro

El sitio de mayor tamaño (sesenta mil metros cuadrados) es el Gran Meteoro (también llamado Monasterio de la Transfiguración), ubicado a seiscientos trece metros sobre el nivel del mar que se salvan mediante una escalinata labrada y a través de un túnel. Conserva una iglesia bizantina (con las reliquias de Atanasio), el refectorio, las celdas y un osario. 
 
En la cocina y la bodega predomina la sensación de totum revolutum, con horno para el pan, cantimploras de madera, garrafones, pequeños barriles con grifo, grandes toneles para el vino, escopetas de caza, cestos con fruta (de plástico), una prensa para la uva, una balanza romana, un arado... Baldosas con crismones y águilas bicéfalas se intercalan entre los ladrillos y la mampostería de los muros.

Horror vacui en la cocina

Asimismo, en otras dependencias se acumulan valiosos manuscritos, bellos iconos, grandes frescos y un curioso osario con los cráneos de los miembros de la comunidad perfectamente alineados en estantes, todo ello sin olvidar las imponentes panorámicas del entorno. Hasta un cañón se puede ver en la terraza. 
 
Para poder entrar, al igual que pasa con los demás y en otros importantes centros religiosos, se exige no llevar al descubierto más piel que la de la cara y brazos, con lo cual resulta obligatorio cubrirse, siquiera parcialmente; curiosamente a la entrada incluso facilitan pantalones largos a los hombres y faldones a las mujeres, lo que, dado que el tallaje es enorme para que valgan para cualquiera, incrementa su extravagante aspecto general.

Horror vacui también en el osario

 
Una vieja báscula
 
Volviendo a Bond, su aventura en Sólo para sus ojos tenía lugar en el monasterio de Agia Tríada, cuyo nombre significa Santísima Trinidad (aunque en el film lo llaman San Cirilo). Es un complejo de cinco mil metros cuadrados en lo alto de un risco de paredes verticales. Para salvar los cuatrocientos metros de altura a los que se halla no es necesario jugarse el pellejo como 007, ya que, en sustitución de la antigua red, en 1925 se labró en la roca una escalera de ciento cuarenta escalones. El cenobio fue construido en 1458 y tiene una iglesia decorada con frescos. Muchas de las riquezas que guardaba se las llevaron los nazis durante la invasión de Grecia, aunque una parte pudo recuperarse y hoy se guardan en el vecino cenobio de Agios Stefanos.

James Bond (Roger Moore) y Melina Havelock (Carole Bouquet) discutiendo amablemente quién paga la entrada al monasterio de Agia Triada (al fondo)

Precisamente al lado de Agios Stefanos, en español San Esteban, se halla el otro monasterio que tuve ocasión de visitar, el de Roussanou. El edificio se erigió hacia 1545 sobre las ruinas de otro anterior, en lo alto de una gran columna solitaria comunicada con Agios Stefanos mediante un puente. El elemento distintivo del sitio es que está habitado por una comunidad de monjas, en femenino. Si lo llega a saber Bond...




 
Fotos: JAF y Marta B.L.

Comentarios

El Primo Ralsa ha dicho que…
De hecho en Tailandia le cambiaron el nombre a la isla que sirvió de guarida del villano Scaramanga (Christopher Lee) de "El hombre de la pistola de oro" para llamarse a todos los efectos turísticos "James Bond Island.

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