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Torrefacto

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Una de las cosas más singulares que he visto viajando por el mundo es la esforzada dedicación del turista a cambiar su naturaleza, a modelar su aspecto físico y, más concretamente, a buscar un tono de piel generalmente lo más alejado posible del suyo de nacimiento. Los negros no cuentan, claro, porque tienen muy difícil oscurecerse más. Aunque es verdad que Michael Jackson , el precursor, abrió caminos y en lugar de broncearse le echó imaginación y siguió el camino inverso. Y además creó escuela: algunas mujeres de Kenia aclaran su piel siguiendo no se qué procedimiento químico para parecer más pálidas. Cosas de la moda, lo cual es curioso porque los blancos hacemos todo lo contrario y hay quien se tuesta hasta extremos antiestéticos: Julio Iglesias es el caso nacional por excelencia y últimamente destaca la política Ana Mato miss Rolls , pero yo he tenido pesadillas también con Leticia Sabater y el contraste entre el tono torrefacto del cutis con el pelo rubio platino. No

Dialéctica hegeliana del turismo rural (II)

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( Continuación del post anterior ) Al principio es divertido caminar sobre la nieve levantando las rodillas hasta el pecho, como esos caballos andaluces cuando bailan o los chinos desfilando. Pero unos minutos después empieza ser cansado y al cabo de media hora estás maldiciendo porque ya resbalaste varias veces, las dos últimas cayendo de plano sobre el blanco manto y calando la ropa no aislante que vistes. Menos mal que al menos tuviste la precaución de ponerte las gafas de sol o el efecto espejo del sol en la nieve te cegaría. Un reflejo que, de todas formas, no dura mucho: a mediodía empieza a llover , lo que pone fin a la excursión. Mejor dicho, pone fin al trayecto de ida, porque falta desandar lo andado para ponerse a salvo de lo que por momentos empieza a parecerse al Diluvio Universal. En esas circunstancias agradeces ver por fin la casa, aunque necesites otra hora para encender la lumbre. Y lo agradeces porque puedes quitarte esas ropas empapadas y ponerte unas secas

Dialéctica hegeliana del turismo rural (I)

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Pasar un fin de semana en una casa rural está de moda. Es una forma de oxigenarse huyendo del caos de la vida urbana y entrando en contacto con la naturaleza. Al menos así suelen expresarse en los catálogos publicitarios. Pero se les olvidan pequeños detalles. Por ejemplo, si es invierno probablemente la casa esté helada y por más leña que le eches a la chimenea no habrá forma de que suba la temperatura... una vez haya pasado la hora reglamentaria que tardas en conseguir una pequeña brasa, claro, porque esas malditas pastillas encendedoras no encienden más que los ánimos. Así que cuando al fin aparece la diminuta llama, a cámara lenta y con música emocionante de fondo, tus amigos se abalanzan alrededor entre codazos, como los primitivos de En busca del fuego .   Sin embargo no entras en calor porque, entretanto, tu cuerpo ha descendido dos grados de temperatura. Obviamente, puedes acercarte más al fuego, chamuscando las pestañas y aspirando ese delicioso humo negro que tanto bi

Take off

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Hoy llega el final de la trilogía de la aventura por Portugal narrada en los dos últimos posts y que empezó con un Viaje alucinante al fondo de la sopa y continuó con El tormento y el éxtasis . Contaba que tras comprobar los horarios de misas para buscar la hora en español para que Hache y Sharon pudieran mostrarnos su cristiandad, regresamos al hotel. Yo pensaba que la jornada había sido lo suficientemente lynchiana (de David) pero me equivocaba: fue entonces cuando empezó la excursión a la quinta dimensión.  Cuando llegamos, la juerga que se corría el resto de los integrantes del viaje era tan monumental, tan alocada, tan delirante, que la de El guateque a su lado podría pasar por unos ejercicios espirituales; sólo faltaban el elefante y la espuma. Caminando por los pasillos en medio de gritos, música, carreras y risas estentóreas asistimos a escenas surealistas dignas de un mano a mano entre Dalí y Buñuel tras una indigestión de LSD. Por ejemplo, desde la puerta abierta de u

El tormento y el éxtasis

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En el último post contaba una aventurilla gastronómico-alucinante por tierras de Portugal . Continuemos donde lo habíamos dejado. Era ya noche cerrada cuando llegamos a Fátima . Aún así, tras instalarnos en el hotel decidimos dar una vuelta antes de irnos a dormir porque, según el recepcionista, el santuario no estaba lejos. Media hora después de ponernos en marcha empezamos a plantearnos qué concepto del tiempo y la distancia tenía aquel tipo: estábamos en una especie de parque en medio de la nada y lo único que habíamos encontrado era un perro solitario empeñado en darnos escolta; nada nuevo por otra parte, pues todos los pueblos del país tienen su can vagabundo, que a menudo suele echarse a dormir ante las puertas de las iglesias. Y esto era lo que nos animaba, que quizá el chucho buscaba también el santuario para echar un sueño. Pero fiándose, como hacía, de nosotros, cabe suponer que acabaría convirtiéndose en un noctámbulo. Incluso tenía algo de fantasmal, pues no ladraba,

Viaje alucinante al fondo de la sopa

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Como ya hace tiempo que no cuento una batallita de mis tiempos universitarios, vamos con una. Ocurrió en Portugal en el año 1989. El autobús acababa de parar en Leiria para cenar y los estudiantes, medio centenar, nos diseminamos por las calles en busca de algún restaurante. Hache y Sharon que se conocían hacía tiempo, caminaban delante; Gracia y yo íbamos un par de metros por detrás. Acababan de presentarnos y, como decía ella con su fino sarcasmo habitual, parecíamos sus lacayos. Cenamos en un tugurio misterioso, oscuro y completamente vacío, al que se bajaba por unas escaleras y donde apenas había dos o tres mesas iluminadas por la tenue luz de una lámpara ajada. El menú, inolvidable. De primero, como es típico en Portugal, una sopa ; ahora bien, nunca había tomado -ni volví a hacerlo- una sopa como aquélla, de color gris, con la superficie tapada por fungosos vegetales de un extraño color verde oscuro (¿espinacas?, ¿algas?) y una cosa sospechosamente parecida a un pequeño ce

Babel

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"He aquí que todos forman un solo pueblo y hablan una misma lengua, y éste es sólo el principio de sus empresas. Nada les impedirá llevar a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y confundamos su lenguaje para que no se entiendan los unos a los otros". (Génesis 11, 6). Se empieza prohibiendo comer manzanas y terminan pasando estas cosas, que se le sube a uno el triángulo-con-ojo a la cabeza (aún más). Y por ello tenemos que aguantar a los ingleses imponiéndonos su pronunciación incomprensible, a los alemanes hiriendo los oídos, a los italianos haciéndonos reir (¡esos dedos juntos!), a los árabes mareándonos... Afortunadamente, cuando Yahvé decidió joderles a los habitantes de Babel la construcción de su torre no se imaginaba que luego vendrían las academias y la Escuela de Idiomas a solucionarlo. Aunque habrá que tener cuidado o cualquier día decide descender otra vez y aniquilar a media Humanidad para demostrar que el que tuvo, retuvo. Pero mientras, disfr

Bon appétit

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Vamos con unas fotos de las que hacen la boca agua. Son algunas de las delicias que se pueden echar al coleto por esos mundos exóticos. No pongo las europeas, que son muy conocidas. Eso de ahí arriba es el Almuercito campesino de mi choza . Fue vorazmente devorado en Arenal , al pie del volcán del mismo nombre, en Costa Rica , después de una excursión por la ladera del volcán del mismo nombre. Los ingredientes son los habituales en las comidas de este país: gallo pinto (frijoles con arroz y cebolla), chancho (cerdo), verduras varias, mandioca... Nos la sirvió una camarera risueña (todos los ticos lo parecen), vestida con lo que debía ser el traje tradicional. El toque de gracia vino con el postre: este Banana split de debajo que casi daba pena estropearlo. Cambiando de continente, nos trasladamos mentalmente a Marruecos . No, no voy a poner el couscous ni el tajin porque son de sobra conocidos. Estas empanadillas llamadas bourak , pueden rellenarse de carne, queso, verdur

Supervitaminado y mineralizado

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Uno de los momentos más estupefacientes que recuerdo de vacaciones, muy apropiado para lo que acostumbramos en este blog , ocurrió hace más de treinta y cinco años. Por entonces yo desconocía que existiera esa palabra, estupefaciente , pero puedo presumir de haber experimentado la sensación sin necesidad de gurús ni pequeñas caras amarillas sonrientes. Fue en España , en concreto Lloret de Mar a principios de los setenta, cuando la costa mediterránea hervía gracias al turismo, los hippies eran omnipresentes por todo Levante y Alfredo Landa protagonizaba películas ridículas. Si hará tiempo de esto que en los bares sonaban Un rayo de sol y el Triqui, triqu i de Demís Roussos y se servía leche de pantera... Como yo apenas levantaba medio metro del suelo lo mismo me daba estar en Gerona que en el parque de mi ciudad, lo cual demuestra que llevar niños de viaje a un sitio lejano es una pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo para los padres -y de paciencia para los demás-, aunque vale

La noche del desove

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Ya había caído la noche y, tal como estaba acordado, nos reunimos con los demás en el embarcadero. Una de las tres parejas que nos acompañaban había intentado la aventura la noche anterior pero sin éxito: después de esperar durante varias horas bajo una tromba de agua -y no llevaban chubasquero- tuvieron que volver al hotel empapados y frustrados. Cosas del clima tropical del Parque Nacional de Tortuguero . Esperaban tener más suerte esta vez. El paseo en lancha fue breve y en pocos minutos nos juntamos en un prado, envueltos por la oscuridad nocturna, con otros grupos. Se nos asignó un guía, quien explicó cómo funcionaba la cosa: nosotros esperábamos allí mientras los rastreadores recorrían la playa buscando. Si veían algo, avisaban y, silenciosamente debíamos acercarnos por turnos. Nada de luces, ni hablar de cámaras y no levantar demasiado la voz. Como en este viaje todo salió bien, para variar ( Costa Rica , tienes ese honor), no hubo que aguardar demasiado. Y sin lluvia. Un

El verdugo y el Drach

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Hay cosas que por más graves, bellas, importantes o trascendentes que sean, uno no se las puede tomar en serio. Hablo de una percepción netamente personal, no de algo objetivo. Si un obispo abandona su cargo y su vocación para casarse con una amante y el tipo responde al nombre de Milingo , pues te tienes que reir forzosamente; si el actor David Carradine aparece ahorcado en su hotel y no es un suicidio ni un asesinato sino un simple accidente durante una práctica sexual enrevesada, debes concluir que es trágico pero cómico a la vez; si un tipo se tira desde lo alto de la Torre Eiffel con unas alas de su invención para volar muriendo en el intento ... de un infarto antes de llegar al suelo, pues lo siento pero es para cachondearse; si lees en los libros de Historia que el nóbel Ramón y Cajal rechazó ser ministro de Instrucción Pública porque no tenía tiempo "para gastarlo en tonterías", piensas que quizá fue una lástima pero ¡vaya maravilla de respuesta!     En fin, algo

Esperpentos II: las chilabas

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Había prometido contar otra anécdota de ésas en las que los turistas hacemos el rídiculo ante la gente de otros países y lo prometido es deuda. La de hoy ocurrió en Egipto , durante el clásico crucero por el Nilo . Viajando a bordo del Nile Crown , tarde o temprano es inevitable encontrarse en el hall un anuncio terrible: "ESTA NOCHE, FIESTA DE CHILABAS". Como si de una fórmula mágica se tratara, todo el pasaje se lanzó a buscar como loco la dichosa prenda para poder asistir. En realidad tampoco había que ir muy lejos porque en la tienda del barco podía comprarse, que en esos sitios se saca dinero de todas partes, pero en fin... El caso es que al acabar las excursiones todos volvieron satisfechos con su chilaba y, tras cenar, acudimos a la celebración convenientemente ataviados; algunos incluso se pusieron un turbante para terminar de parecer escapados de una película del Gordo y el Flaco (es cosa de ver a un tipo vestido de esa guisa pero con trenzas rastafari asomando

Manolo, guardia urbano

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Hoy toca otra batallita de mis tiempos de estudiante, de cuando visité Italia con mis compañeros de curso en el tradicional viaje de paso del ecuador; para los más despistados aclaro que ese ecuador no es el geográfico sino el de la carrera. Fue en el año 1987, lo cual quiere decir que tengo algunos kilos más y unos miles de neuronas menos, pero aún así recuerdo algunas cosas memorables. Una de ellas se llamaba Manolo y era el delegado de clase. Un tipo raro donde los haya, bonachón, con gafas, buen contador de chistes (muchos siguen-seguimos - riendo con su famoso chiste de la oreja) y protagonista de las mejores anécdotas del periplo. Voy a contar alguna. Como suele ser habitual en viajes de estudiantes, el trayecto lo hacíamos en autobús: heroica ruta desde Asturias hasta Roma vía Lloret de Mar , Niza , Florencia y Pisa (en la foto se me puede ver en lo alto de la Torre inclinada). Fue precisamente en esta ciudad, si se puede llamar así, donde al atravesar sus calles

O problema do mondo vegetal

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Voy a contar una batallita de un viaje de estudios. Fue en la noche de los tiempos. Tendría yo unos 17 o 18 años y cursaba Primero de Historia cuando se organizó una tournee de cuatro días por Galicia y Portugal para aprender in situ las peculariedades de la cultura castreña. Que nadie se asuste, que no voy a hablar de esto. Fue una de las experiencias más surrealistas y lisérgicas de mi vida. La segunda o tercera noche, en Orense , nos alojaron en un extraño hotel que parecía sacado de los años veinte (a lo mejor así era), con lo que deambulabas por sus dependencias con la sensación de que en cualquier momento aparecería Mata-Hari con un par de caballeros de chistera y bigote enroscado descorchando una botella de champán mientras un militar prusiano de monóculo y casco puntiagudo rabiaba despechado. Las habitaciones tenían techos altísimos con artesonado de madera de los que pendían arañas doradas, los suelos estaban tapizados con elegante moqueta verde oscuro, molduras bel

Esperpentos

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Muy a menudo sonreimos con los guiris que pasean por nuestras calles en bermudas, camisas floreadas, sandalias y calcetines verdes; nos burlamos de los nórdicos que dormitan en la playa enrojeciendo como gambas; nos reimos de los teutones que se muevencuales osos intentando bailar flamenco o sevillanas; nos carcajeamos con los yanquis que corren delante de los toros en los encierros como si estuvieran entre simples borregos; y nos descoyuntamos al ver a los japoneses fotografiando hasta su alma y haciéndonos reverencias. Es natural porque estos tipos suelen ser estrambóticos hasta la extenuación, pero ¿alguna vez pensamos el efecto que producimos nosotros cuando visitamos otros países? ¿Qué piensan en tierras exóticas cuando nos ven aparecer disfrazados de coronel Tapioca ? ¿A quién rezan cuando llegan los españoles dando alaridos? ¿Y cuando se ponen a dar palmas rumberas en medio de una plaza? Pues también se divierten a nuestra costa, evidentemente. Una vez, viajando por Tan

El hombre que pudo reinar en Ourzazate

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Los británicos Daniel Dravot y Peachy Carnahan salieron de la India con la intención de hacerse reyes de la región afgana de Kafiristán sin más equipaje que su experiencia militar, un par de cajas de fusiles y, sobre todo, un morro que se lo pisaban. Al fin y al cabo, argumentaba Danny, si lo había hecho un griego ( Alejandro Magno ) también lo harían ellos. En la llanura que vemos en la foto, que en realidad es un wadi , o sea, una rambla, un cauce seco de un río, libraron su primera batalla encabezando un ejército de zarrapastrosos a los que habían entrenado convenientemente y dotado de armas de fuego. Durante un esperpéntico minuto tuvieron que interrumpir las hostilidades para que pudieran pasar unos lamas peregrinos pero después llegó la gloria. En plena carga de caballería Danny fue alcanzado por una flecha enemiga, mas, lo que para él y su compinche era normal, pues la saeta se clavó en una cartuchera que llevaba bajo la guerrera, para el resto de los contendientes fue un m

Santa paciencia

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Santa paciencia. Eso deben pensar los pobres évzones , los soldados que montan guardia ante la tumba del Soldado Desconocido de la plaza Syntagma , justo delante del Parlamento griego . Como suele ocurrir en muchas capitales, los cambios de guardia y los pintorescos uniformes tradicionales de estos militares atraen a cientos de turistas que hacen cola para sacarse foto junto a su imperturbabilidad. El caso es que a treinta y cinco grados bajo el sol, con esos ropajes de lana gruesa y teniendo que esperar a que el cabo les limpie el sudor de la frente con un pañuelo porque ellos no pueden mover un músculo (coño, que el gorro ni siquiera tiene visera), la paciencia que exhiben aguantando encima a los pelmazos de las cámaras es más que meritoria. Y además con la humillación de vestir faldas plisadas y zapatos con borla, y tener que desfilar como si debieran tocarse la frente con la punta del pie. Menciono esto porque acabo de leer en una guía de Atenas que es una ciudad cosmopolita

Las tumbas de Saint Denis

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Hoy toca Letras. Literatura e Historia. Alejandro Dumas , el autor de Los tres mosqueteros , tiene varios cuentos con abundancia de leyendas fantásticas, cementerios y espectros, temas típicos de la época romántica en que vivió. Uno de ellos se titula Las tumbas de Saint Denis y hace referencia a un acontecimiento histórico ocurrido durante la Revolución Francesa . En julio de 1793 París hierve. Después de la toma de la Bastilla y de la subida al poder de la Convención Jacobina la guillotina funciona a destajo, se ha impuesto un régimen expresivamente conocido como El Terror y Luis XVI acaba de ser ejecutado por traición mientras su esposa María Antonieta está encarcelada en espera de juicio. Los exaltados no tienen bastante con decapitar aristócratas a diario al ritmo de la Carmañola y alguien sugiere destruir el Panteón Real, ubicado en la localidad cercana de Saint Denis , lugar de enterramiento de los reyes de Francia desde la Edad Media. Y allá van los revolucionarios, a